Muchos de nosotros tenemos la disposición de querer hacer vida el Evangelio. Y sabemos que para hacerlo basta con vivir desde el amor: desde un profundo amor a Dios y un profundo amor a las personas que van pasando a nuestro lado en el camino de la vida. Pero sentimos que no avanzamos como deberíamos y en ocasiones nos encontramos incluso algo bloqueados. Sin caer en la cuenta de que una buena forma de avanzar es sacar de nuestra vida algunas actitudes que no deberían formar parte de ella.

Ser conscientes de que las tenemos puede ser un primer paso para empezar a dejarlas atrás.

Las quejas y los reproches constantes, tan habituales entre muchos de nosotros, no ayudan a construir un buen clima, ni a que quienes nos rodean saquen lo mejor de sí mismos. Más bien, por el contrario, contribuyen a generar un entorno de rencores y malos rollos, destructivos para todos.

Discutir por tonterías, o dejar que nos alteren cosas que realmente no tienen importancia no tiene sentido. Conviene, más bien, llevar puestas las luces largas y luchar solo aquellas batallas que merezcan la pena.

Echar balones fuera es cómodo pero no es sensato. Hacer un ejercicio de autocrítica es siempre mejor que echar la culpa a otros, echar la culpa a nuestra mala suerte o echar la culpa al mundo de las cosas que no nos salen como nos gustaría.

No querernos a nosotros mismos en los momentos de fracaso no nos ayuda ni a levantarnos ni a aprender.

Vivir buscando ocupar los primeros puestos, los reconocimientos o ser admirados por los demás, nos aleja de lo que de verdad importa y nos aleja también de Dios.

Vivir con la ilusión puesta en el dinero y todos caprichos que podemos permitirnos con él es un grave error sobre el que mucho nos avisó Jesús. Debemos tener cuidado para que el ansia de riqueza y el ansia de consumo no nos atrapen y nos terminen robando el corazón. Porque no se puede servir a dos señores.

Ir por la vida confiando tan solo en nuestras propias fuerzas, como si no tuviésemos ahí a ese Dios que es, sobre todo, Padre, dispuesto a cuidarnos y a poner lo que a nosotros nos falta, es una verdadera pena. ¿No será mejor hacer equipo con Dios?

Dejar para más adelante cosas relevantes es una perfecta insensatez. Porque no sabemos cuánto tiempo estaremos en este mundo ni cuáles serán las circunstancias que rodearán nuestra vida en el futuro.

Vivir de una manera mediocre, saliendo del paso, es desperdiciar nuestros días aquí en la tierra. Desde el Cielo nos invitan a vivir intensamente, involucrándonos en las vidas y en los problemas de quienes nos rodean, dándolo todo y haciendo lío.

Vivir sin valorar las cosas buenas de la vida -grandes y pequeñas- es vivir desagradecidos.

Basta de no disfrutar a tope de ese Padre que tenemos ahí Arriba, basta de no apreciar a las personas que nos rodean como el tesoro que son y basta de desaprovechar esta vida que, con sus luces y sus sombras, es una aventura apasionante.

La imagen es de pexels en pixabay

4 comentarios

  1. Me han encantado y venido muy bien estos consejos para, de vez en cuando, comenzando ya desde ahora, tenerlos en cuenta. ¡Cuánta verdad encierran…! ¡Muchas gracias por dejarse llevar de estas inspiraciones de Dios y comunicárnoslas!

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