«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano»
Evangelio del día 2 de mayo de 2023 – Juan 10, 22 – 30
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».
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Un solo rebaño

Jesús vino a predicar su doctrina a las gentes de Israel. En aquel pueblo nació, entre ellos vivió, a ellos predicó su mensaje y entre ellos hizo sus milagros, salvo en contadísimas exepciones, como en el caso de la cananea o en el caso la samaritana.
Por qué quiso Dios hacerlo así es algo que solamente Él sabe. Nosotros podemos tan solo intuirlo: posiblemente convenía que sembrase allí porque era el único terreno abonado para que su semilla pudiera echar raices y crecer.
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