Estos días hemos sabido que en Nicaragua, después de haber expulsado a las Misioneras de la Caridad y a 100 ONG del país, después de haber cerrado medios de comunicación católicos y después de haber arrestado sacerdotes, aún se continúa con una verdadera cruzada contra la Iglesia Católica.
No es nada nuevo. Ni es el único país del mundo en el que la Iglesia es perseguida. Afortunadamente, por mucho que pueda perseguir a la Iglesia un determinado gobierno, nunca podrá acabar con ella.
Más de un gobernante tendrá la tentación de declarar su nación sin Dios. Sería un disparate hacerlo porque ninguna persona, por poderosa que sea, puede decidir si Dios puede estar o no en su territorio. Faltaría más. Dios está donde quiere, cuando quiere y como quiere. Le pese a quien le pese.
Desde un gobierno se pueden arrestar sacerdotes o se pueden, incluso, quemar las iglesias, pero nunca se tendrá poder sobre el corazón de sus gentes. Los hombres y las mujeres siempre podremos escoger qué clase de personas queremos ser. Y siempre podremos escoger hacer del amor nuestro estilo de vida; seamos ricos o pobres, seamos jóvenes o ya mayores, vivamos en dictadura o en democracia. Hacer vida el Evangelio está al alcance de todos, porque es una cuestión de disposición del corazón, es una cuestión de compromiso, es una cuestión de espíritu de servicio. Y sean cuales fueren las circunstancias que nos rodeen, siempre tendremos ese margen de libertad. Un margen de libertad que es el que marca la diferencia.
Un gobierno podrá robarnos la oportunidad de poder ir a misa, poder comulgar poder o poder confesarnos, pero no podrá nunca robarnos la Fe y el sabernos hijos de ese Dios que es, sobre todo, Padre, al que siempre podremos acudir en busca de consuelo, de consejo, de perdón, de paz o de un ratito de estar con Él sin más. Porque no hace falta un templo para estar con Dios y podemos disfrutar de su compañía desde la intimidad de nuestras casas o mientras damos un paseo.
La Iglesia va más allá de la jerarquía eclesiástica de un determinado país: la Iglesia la conformamos todos los que nos tomamos en serio a Jesús y a su Evangelio; es una familia formada por personas de todos los rincones del planeta que no entiende ni de fronteras ni de gobiernos y que juega en otra liga. Es una comunidad diversa que es lugar de encuentro, muy especialmente, para quienes más lo necesitan, entre los que siempre se contarán los cristianos perseguidos. Todos en esta gran familia rezamos hoy con ellos y los sentimos cerca. Y es más que seguro que nuestro Padre del Cielo los cuidará especialmente. Así lo prometió Jesús y así es.
«Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados»
Mateo 5, 5
«Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros»
Mateo 5, 11 – 12
La imagen es de Paula11767 en pixabay
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