Llegar algún día a vivir la vida ordinaria con un corazón extraordinario es el objetivo que tenemos muchos de los que nos tomamos en serio a Jesús y a su Evangelio y nos hemos propuesto hacer del amor nuestro estilo de vida. Es un objetivo aparentemente sencillo, pero lo cierto es que en la práctica no es nada fácil avanzar hacia él. Y son muchas las ocasiones en las que en lugar de avanzar, más bien desandamos el camino ya recorrido:
A veces son los espejismos del mundo los que nos embaucan y nos llevan a conducirnos por la vida con los valores y los criterios que gobiernan nuestra sociedad, en lugar de hacerlo con la lógica del Cielo. Y volvemos a consumir sin ton ni son. Y volvemos a mirar desde la indiferencia a quienes van pasando a nuestro lado.
Otras veces son nuestras debilidades -pereza, cobardía o hipocresía- las que nos lastran y nos impiden progresar en el camino del amor a Dios y en el camino del amor a los hombres.
En otras ocasiones son las tentaciones las que se hacen fuertes y nos arrastran hacia donde no querríamos haber ido.
Dios sabe todas esas dificultades que tenemos para avanzar en ese camino del amor. Y, porque sabe de esas dificultades, y porque nos quiere más de lo que podamos imaginar, nos va dando oportunidades para que le demos nuestro sí, libremente. Quiere que aprendamos de nuestros errores y quiere que podamos, de alguna manera, volver a empezar.
Y cava a nuestro alrededor, nos poda y abona el terreno en el que estamos plantados para ver si así damos esos frutos de amor, que son los que Él anda buscando.
Eso sí, debemos tener presente que nuestro tiempo en este mundo no es ilimitado y que nuestras oportunidades para volver a recomenzar estarán también contadas.
No queramos tomar el pelo a Dios. No queramos abusar de su bondad y de su misericordia. Y no dejemos para mañana lo que deberíamos estar haciendo aquí y ahora porque, si estamos esperando a que llegue el momento perfecto en nuestra vida para volvernos a Dios y a sus cosas, podemos estar seguros de que ese momento no llegará jamás.
La vida hay que surfearla tal y como llega: con sus cosas maravillosas, con sus muchos retos y con sus muchas imperfecciones. A pesar de sus dificultades es una aventura apasionante. No busquemos excusas y no esperemos ni un minuto más para ponernos, muy en serio, manos a la obra con lo de verdad importa. Que la mies es mucha y los obreros pocos.
Dijo Jesús esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?» Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».»
Lucas 13, 6 – 9
La imagen es de JACLOU-DL en pixabay
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