Evangelio Mateo 9, 9 – 13 «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos»
Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro
maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores».
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Nuestras reacciones nos retratan
Todos vemos cada día cómo, ante un mismo hecho, las personas reaccionamos de distinta manera; de tal forma que lo que en unos despierta admiración en otros puede despertar rabia, envidia, desesperación o frustración. Y cuando alguno de esos sentimientos se nos instala en el corazón actuamos en consecuencia.
Esos actos, esas reacciones nuestras, hablan por nosotros y hacen visible a los demás lo que sentimos: nuestras reacciones siempre nos retratan
En nuestra vida cotidiana pasamos mucho tiempo hablando e intercambiando impresiones con otras personas. En ocasiones sobre temas objetivos relacionados con nuestros estudios, con nuestros trabajos o en entornos domésticos. Otras muchas veces, sin embargo, hacemos comentarios o juicios subjetivos que tienen mucho que ver con nuestras opiniones y nuestras emociones y afectan a otras personas.
Y se puede reconocer qué clase de personas somos tan solo por el uso que habitualmente hacemos de nuestras palabras
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