Evangelio apc Corazones tendidos

Todos nosotros conocemos a personas buenas, de esas que se vuelcan con quienes les rodean, que no comparten nuestra religión. Bien porque no la conocen, bien porque profesan otra o bien porque simplemente son ateas. Frente a estos casos pueden asaltarnos las dudas: ¿qué pasa con ellas?, ¿con qué ojos las mira Dios?, ¿qué se encontrarán tras su muerte?.   

Para contestar preguntas, lo mejor es siempre tratar de buscar sus respuestas en el Evangelio. En este caso en particular, no resulta difícil encontrarlas:

Si nos vamos a la Última Cena, podemos leer cómo Jesús, consciente de que estaba disfrutando de las últimas horas que iba a pasar con sus apóstoles, aprovecha para recordarles las ideas más importantes de su mensaje. Y en ese contexto tan especial, tras el lavatorio de los pies, les dice: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Evangelio Juan 13, 35).

Es difícil decir más con menos. Porque tras esa frase se encierran dos ideas que, en mi opinión, son clave:

La primera idea es clarísima: lo que distingue a los cristianos de aquellos que no lo son es, tan solo, el amor. Tanto es así, que aquellas personas que no pasan por la vida atendiendo a los demás, al servicio de los demás, incluso si han pasado muchas horas en misas, adoraciones, procesiones o rosarios, no son cristianas; Jesús no las considera discípulas suyas.

La segunda idea, quizás menos evidente, es que a todo aquel que pasa por la vida haciendo el bien, Jesús lo considera «de los suyos». Y esto es de una importancia capital. Porque todas esas personas buenas que todos conocemos, que se desviven por los demás simplemente porque les nace del corazón, porque les quieren, o porque se quieren comprometer, de una manera o de otra, en la construcción de un mundo mejor, aunque no lo sepan, son de Jesús. Y ahí reside la universalidad del cristianismo. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que sí, se puede ser cristiano sin saberlo.

A una amiga muy querida para mí le gusta llamar a esta bondad, que habitualmente pasa sin hacer ruido, de forma poco lucida y muy en el día a día, «bondad sumergida».

Hay otro pasaje del Evangelio, muy conocido, en el que la universalidad del cristianismo queda también clarísima, y es pasaje del Juicio Final, en el que detalla San Mateo que al final de nuestros días, como no podía ser de otra manera, se nos juzgará por el amor a los demás; por cómo fue nuestro corazón hacia ellos y por cómo nos ocupamos de sus cosas. Este pasaje está en el capítulo 25 y dice así:

Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre (…) pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Evangelio Mateo 25, 31 – 36).

Durante ese Juicio, esos buenos que son cristianos sin saberlo, preguntarán:

«Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?, ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o en la calle y fuimos a verte?». Y el rey les dirá: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis« (Evangelio Mateo 25, 37 – 40).

Su sorpresa será mayúscula. Porque tras el Juicio, esos que son cristianos sin saberlo, recibirán como regalo por su estilo de vida, lo que nunca pudieron siquiera imaginar: una vida eterna, junto al Padre, en el Paraíso. No se puede premiar con más.

La imagen es de congerdesign  en pixabay

3 comentarios

  1. VALIENTE. Eso es porque amas y es tu forma de vida.Lo que dices es siempre Evangelio.
    Ayudar o pedir por tantos, amándolos siempre. Es nuestro modo de vida.
    Un abrazo

  2. Qué práctico y practicable, accesible y tan universal, y qué agradable sorpresa para muchos. Gracias , Marta, por acompañarnos a los cristianos, y a los que no lo son, pero lo son!!

  3. DIOS NOS PIDE UN CORAZON LIMPIO.

    Conozco el caso de personas q están obsesionadas con el amor al prójimo pero q no aman a Dios. Estas personas tienen su corazón absolutamente congelado y su evangelio (desprovisto de unión amorosa con Cristo) es pura ideología. Una ideología bonita de amor al prójimo, sí, pero ideología al fin y al cabo.
    Estas personas pueden estar arriba del ranking de obras, pero son obras muertas, vanagloria, pues es q desconocen el significado de la palabra GRACIA. Ni se les pasa por la cabeza, por su falta de humildad, q si hacemos alguna obra buena, es porque Dios nos la inspira.
    Estas personas, parecen tener una mezcla de odio y envidia a los q tenemos Fe, afanadas en desprestigiar a los q amamos a Dios señalando nuestras faltas con el prójimo, q ciertamente las tenemos (para nuestro pesar), pero yo creo q nuestras horas de oración, misas, adoración, rosarios y procesiones, no son horas baldías, sinó q Dios a través de ellas nos va purificando el corazón para tenerlo cada día más amoroso hacia el prójimo.

    La caridad es un vuelo a dos alas: amor a Dios y amor al prójimo. E igual de mal se vuela tanto si falla una como si falla la otra.

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