Muchos cristianos -y aspirantes a serlo- conocemos bien la doctrina que nos trajo Jesús. Y nos hemos hecho el propósito firme de hacer vida el Evangelio. Pero lo cierto es que andamos desconectados de los pasos que va dando el papa a través de sus acciones, sus escritos y sus predicaciones. Y es un error por nuestra parte, puesto que el papa es, ni más ni menos, que el pilar de esta querida Iglesia nuestra, que hoy está en un importante momento de transformación.

Cuando Jesús pregunta a los suyos acerca de quién dice la gente que es Él, Pedro le contesta diciéndole que es «el Cristo, el hijo de Dios vivo». Le responde de una manera tan fina, se eleva tan alto y da tan certeramente en el clavo, que Jesús comprende que es el mismísimo Dios Padre quien le ha revelado su respuesta. Y, en ese mismo momento, decide nombrarlo pilar de la Iglesia.

Una Iglesia que nacería tras la muerte y resurrección de Jesús y mediante la que el Maestro quedaría vinculado para siempre a todos nosotros.

Una Iglesia que iba a estar formada por hombres de carne y hueso y que iba a necesitar de ese pilar, siempre asistido desde el Cielo, que velase por mantener firme el sentido de la doctrina del Maestro, sin permitir desvíos provocados por modas, presiones, conveniencias o intereses de los hombres.

Fue Pedro el primer escogido. Un apóstol tan cargado de defectos como cualquiera de nosotros. Tanto, que aún negaría tres veces a su Maestro.

El sucesor de Pedro hoy es Francisco y su misión, siglos después, sigue siendo la misma: ser el pilar de la Iglesia. Una Iglesia que debe de evolucionar para adaptarse a los nuevos tiempos, pero que debe hacerlo manteniendo intacto el espíritu de la doctrina de Jesús.

La responsabilidad de Franciso hoy, como la de Pedro entonces, es enorme y las consecuencias de las decisiones que va tomando tienen un alcance grandísimo.

Creo que quienes constituimos la Iglesia de a pié -religiosos y seglares- debemos esforzarnos para conocer las propuestas que nos va haciendo. Porque es quien Dios mismo quien lo ha escogido para guiarnos y debemos alinearnos con él. Es necesario que conozcamos los pasos que va dando a través de sus obras, sus escritos y sus predicaciones para que podamos tener criterio, para que podamos arroparlo, para que podamos defenderlo y para que podamos sentir nuestra pertenencia a esa gran comunidad que formamos todos los que queremos hacer vida el Evangelio, a pesar de los muchísimos defectos que llevamos en la mochila. También tuvo defectos Pedro y también los tiene hoy Francisco.

La Iglesia es imperfecta porque todos los que la conformamos lo somos. Desde el Cielo nos quieren a pesar de las muchas imperfecciones que llevamos en el corazón. Porque Dios conoce también nuestros talentos y sabe cuál es el plan que tiene para cada uno de nosotros. Y sabe bien también hacia dónde quiere llevar esta querida Iglesia nuestra, que debe ser lugar de acogida para todos y que necesita de la contribución de todos nosotros.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.

Mateo 16, 13 – 20

La imagen es de gerajuarez en cathopic

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