Muchos de quienes somos cristianos, o nos hemos hecho el firme propósito de llegar a serlo algún día, tenemos la sensación de que no avanzamos en la vida espiritual. Nos sentimos atascados y lo cierto es que no terminamos de ver cómo dar el siguiente paso. Porque nos gustaría amar a todo el mundo, tal y como nos propuso Jesús, pero lo cierto es que más allá de nuestro núcleo más íntimo -nuestras familias y nuestros amigos- no somos capaces de amar de manera incondicional.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

JUAN 15, 10 – 12

Jesús propuso a los suyos en la Última Cena -y nos propone hoy a nosotros- que nos amemos. Y nos propone que lo hagamos de una forma incondicional, que es como él nos ama. Anteponiendo los intereses del otro a los nuestros y buscando siempre su bien, incluso cuando nosotros podamos salir mal parados por el camino.

Una propuesta absolutamente rompedora con los valores del mundo, que ciertamente nos invitan a ir en dirección contraria, viviendo una vida egoísta, individualista y muy centrada en nuestros propios intereses.

Quienes queremos seguir a Jesús, y nos preocupamos por conocer su doctrina y su Evangelio, tenemos claro que la lógica del mundo no debe ser la que rija nuestra vida. Y nos esforzamos por vivir desde el compromiso y desde el servicio, tratando de traducir nuestras creencias y nuestra Fe en obras.

Y eso está muy bien. Pero es sólo un primer paso…

…. porque no es lo mismo hacer obras buenas que amar.

Y ese es el gran salto que no terminamos de dar muchos de nosotros.

Hacer obras buenas es algo que está al alcance de todos. Basta con que intentemos estar pendientes de las personas que van pasando a nuestro lado en el camino de la vida y las atendamos en la medida en la que está en nuestra mano.

Lo de amarlas es otra cosa. Es otra liga. No basta con que queramos amar a las personas para que, de hecho, las amemos. La cosa no va así. Por mucho que tengamos esa disposición, siempre habrá personas con las que sintamos afinidad de manera natural, personas con las que nos sea difícil encajar y personas que incluso nos parezcan insoportables o nos caigan mal. Podremos portarnos bien con todas ellas, pero ¿amarlas?

Pero si Jesús nos lo propone es porque se puede.

Yo tengo que confesar que a eso no he llegado. Estoy, de hecho, lejísimos de llegar. Pero sí que tengo la certeza de que lo que hace posible llegar a vivir así es estar muy cerca de Dios. Dejando que de verdad forme parte de nuestra vida y viva en nuestro corazón. Escuchado al Espíritu y dejando que guíe nuestra vida y nos transforme para que nuestros ojos vayan mirando, cada vez más, con el estilo inconfundible del Cielo.

Quien así viva entrará en un círculo virtuoso en el que irá amando más, le acompañarán más desde el Cielo e irá amando más, y más aún le acompañarán desde el Cielo… y así sucesivamente.

Es tiempo de ponernos, muy en serio, en camino.

La imagen es de Sebastian Arie Voortman en pexels

1 comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.