Estamos a tan solo unos días de la Navidad. Y, a estas alturas, con el Adviento a puntito de terminar, ya deberíamos tener los deberes hechos y estar listos para recibir al Niño Jesús en nuestras casas, en nuestros corazones y en nuestras vidas como se merece.

Muchos de nosotros nos habremos preparado para lo que está por venir: habremos hecho nuestra reflexión personal, habremos ordenado nuestra vida, sacando de ella lo que no nos hace bien y también lo que, simplemente, nos desvía de lo que debería ocupar nuestro pensamiento, nuestras preocupaciones y nuestro tiempo. Y estaremos, expectantes, deseando que lleguen esos que, para algunos de nosotros, son los días más bonitos del calendario.

A otros, por el contrario, nos habrá pillado el toro y la llegada del Niño se nos presentará con los deberes sin hacer: porque hemos tenido mucho trabajo, porque se nos han presentado imprevistos, porque no hemos sabido organizarnos, porque no sabríamos por dónde empezar una reflexión personal o porque nos da miedo enfrentar las consecuencias que en nuestra vida tendría que tener hacer una reflexión personal sincera.

Sea cual sea nuestro caso, el Niño ya está a punto de nacer y conviene que intentemos vivir intensamente lo que está por venir:

Es momento de no despistarnos con luces, regalos, comidas lujosas, viajes o encuentros familiares. Todo eso es, sin duda, estupendo. Pero muchas veces nos impide ver lo que de verdad importa en estos días, que es el nacimiento de Jesús.

Es momento de dar gracias a Dios por habernos enviado a su Hijo hecho hombre para enseñarnos, con su vida y con su doctrina, el camino del amor, que es el único camino que lleva hasta el Cielo. Y es también el único camino para encontrar la verdadera felicidad.

Es momento de dar al Niño la bienvenida de nuevo a nuestro mundo, a nuestros corazones y a nuestra vida. Ese Niño que viene dispuesto a quedarse con nosotros todo el año… y toda la vida, si le dejamos.

Es momento de pedirle luz. Una luz que nos ayude a entender qué es lo que va queriendo de nosotros y qué pasos son los que conviene que vayamos dando. Para que, de verdad, el timón de nuestra vida lo lleven desde el Cielo.

Es el momento de hacernos nosotros también niños, como Él. Recuperando la limpieza de corazón y una confianza sin fisuras en ese Dios que es, sobre todo, Padre, y que quiere que le invitemos a formar parte activa en nuestra vida. Debemos vivir siempre trabajando para salir adelante, pero con la confianza puesta no en nuestras fuerzas y en nuestras capacidades sino en el Padre.

No perdamos la oportunidad de empezar de nuevo, aprendiendo de nuestros aciertos y también de nuestros errores. Dejándonos modelar por las manos de ese Dios que tan solo quiere que seamos felices y hagamos felices a las personas que van pasando a nuestro lado en el camino de la vida.

¡Feliz Navidad!

La imagen es de KolosVito en pixabay

1 comentario

  1. Gracias por preparar
    nuestros corazones , durante todo el año, jueves a jueves, para ésta llegada del Niño Dios. Que Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu de Amor y María Santísima te sigan iluminando y bendiciendo. Feliz Navidad

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.