«Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano»
Evangelio del día 12 de septiembre de 2022 – Lucas 7, 1 – 10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga.» Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; y a mi criado: «Haz esto», y lo hace.» Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe.» Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
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¡Que no falte la Fe!

La Fe, cuando es verdadera, es un pilar insustituible en la vida: nos hace sentir seguros, nos hace sentir queridos y nos ayuda enormemente a enfrentar los problemas desde la esperanza; tanto los grandes – esos que a veces nos superan – como las pequeñas dificultades más propias del día a día.
Son muchas las veces que Jesús en el Evangelio nos invita a vivir con Fe. Una de esas ocasiones se da cuando se le acerca un centurión del ejército romano para rogarle por la curación de su criado.
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