«Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Que no falte entre vosotros la sal, y vivid en paz unos con otros»

Evangelio del día 24 de febrero de 2022 – Marcos 9, 41 – 50

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Que no falte entre vosotros la sal, y vivid en paz unos con otros.»

La imagen es de pexels en pixabay

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Jesús nos invita a que no nos relajemos y nos convirtamos en cristianos tan solo «de boquilla»: personas que nos decimos cristianas y que incluso vamos a misa los domingos pero que nuestro día a día lo vivimos alejados de Dios y de los demás. Porque es ese día a día lo que es verdaderamente importante y es esa vida cotidiana, con todas sus rutinas y todas sus limitaciones, la que hay que vivir desde el amor y desde el servicio. Sin más. Y sin menos.

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