Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”

Evangelio Mateo 11, 16 – 19

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».

La imagen es de KolosVito en pixabay

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No hay más ciego que el que no quiere ver

Muchos de nosotros tenemos claro que queremos ser cristianos. Pero, aunque estamos convencidos de ello, lo cierto es que no termina de haber demasiada coherencia entre lo que decimos que queremos ser y nuestros actos: porque del Evangelio nos quedamos tan sólo con las páginas que nos interesa. Y con el resto, esas que pueden traducirse en dificultades para nosotros, hacemos como si no estuvieran ahí: no las queremos ver y obramos en consecuencia. 

Esa actitud no es nueva. Se da en las personas desde que el mundo es mundo y ya Jesús advertía acerca de ella

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