Evangelio Mateo 9, 27 – 31 «Que os suceda conforme a vuestra fe»
Dos ciegos seguían a Jesús gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.
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Pongamos la Fe en el Padre
Dios Padre nos conoce bien, nos quiere y sabe lo que necesitamos. Pero habitualmente requiere que acudamos a Él con fe y esperanza para intervenir activamente en nuestras vidas. Y mientras mayor sea esa confianza, más estaremos facilitando su intervención. Tanto en los momentos importantes de nuestra vida como en las pequeñas cosas del día a día.
El valor de la cercanía
Jesús fue una persona única en la historia de la humanidad: era la única persona que había visto al Padre y se sabía Dios hecho hombre; se sabía Dios con las capacidades humanas y con las limitaciones humanas. Y, aún como hombre, estaba tan unido al Padre que tenía su mismo mirar, su mismo obrar, su mismo sentir y su mismo querer: Jesús respiraba la esencia del Padre. Su superioridad era muy evidente, pues bastaba ver que hacía milagros, bastaba escuchar cómo rebosaba sabiduría y bastaba observar la coherencia que había entre sus palabras y su vida – esa coherencia que a nosotros tantísimo nos cuesta tener – para darse cuenta de que destacaba sobremanera sobre el resto y de que estaba asistido desde el Cielo. Pero su corazón rebosaba tanto amor y tantísima misericordia que nunca se puso por encima de aquellas personas a las que enseñó, de aquellas personas a las que perdonó o de aquellas personas a las que curó: siempre se puso a su nivel, siempre las hizo sentir cómodas y siempre las trató desde la cercanía
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