Dios Padre nos conoce bien, nos quiere y sabe lo que necesitamos. Pero habitualmente requiere que acudamos a Él con fe y esperanza para intervenir activamente en nuestras vidas. Y mientras mayor sea esa confianza, más estaremos facilitando su intervención. Tanto en los momentos importantes de nuestra vida como en las pequeñas cosas del día a día.
Son muchos los pasajes del Evangelio en los que Jesús dice expresamente que puede hacer el milagro porque la persona que se lo solicita ha tenido Fe. Como ocurre, por ejemplo, con la mujer cananea, a quien le curó a su hija (Evangelio Mateo 15, 28) o con el centurión, a quien le curó a su siervo (Evangelio Mateo 8, 10 ).
Pero hay un milagro que a mí me parece especial, porque Jesús ni siquiera interviene activamente y es el siguiente:
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, de entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con solo tocarle el manto curaré». Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas «¿Quién me ha tocado?»». Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se le acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó la verdad. Él le dice «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad» (Evangelio Marcos 5, 25 – 34)
En este caso el milagro se lo concede Dios Padre a la mujer hemorroísa y Jesús, sin tener conocimiento previo de ello, hace tan solo «de canal». Y se da cuenta de lo que ha ocurrido cuando el milagro ya está ha hecho, porque nota cómo una «fuerza» sale de él: nota cómo Dios se ha comunicado con una persona a través de él.
Jesús la busca y, una vez identificada, lejos de mostrarle disgusto por haberle «utilizado» (como parece que ella espera cuando se le echa a los pies asustada y temblorosa), lo que hace es ensalzar públicamente su Fe. Esa Fe en Jesús que complació tanto al Padre que hizo que le regalara el milagro.
Que Jesús habitualmente no hace milagros cuando no encuentra la Fe, también podemos leerlo expresamente en algunos pasajes del Evangelio, como el pasaje en el que se nos cuenta cómo cuando Jesús vuelve a Nazaret y se pone a enseñar en la sinagoga los suyos no creen en él y le menosprecian (Evangelio Mateo 13, 58). También existen, bien es verdad, algunas ocasiones en las que Jesús regala dones sin que el beneficiado ni siquiera se lo pida.
¿Por qué Dios Padre y Jesús requerían habitualmente de esa fe en sus beneficiados para intervenir?. Ellos todo lo pueden y lo cierto es que podrían haber intervenido tanto con esa fe como sin ella. ¿Por qué lo quisieron así?. La respuesta a esa pregunta no la tenemos. Sabemos que lo quisieron pero su porqué sigue siendo un misterio para nosotros.
Ahora, al igual que entonces, Dios sigue requiriendo habitualmente de nosotros esa esperanza y esa fe para intervenir activamente en nuestras vidas. Y mientras más esperanza y más fe ponemos en el Padre, más facilitamos su intervención.
Por eso es importante que pongamos esa confianza en Él, tanto en los momentos importantes de nuestra vida como también en las pequeñas grandes cosas de nuestra vida cotidiana. Porque en nuestra vida cotidiana también gusta Dios de participar y de intervenir, igual que a cualquier padre de aquí de la tierra nos gusta participar de la vida diaria de nuestros hijos.
Dar cabida a Dios en las pequeñas cosas es, por otro lado, otra forma de tenerlo presente y de pasar el día en Su compañía, más allá de los ratitos específicos que podamos tener reservados para estar a solas con Él en la oración.
La imagen es de Dinax en cathopic
Uno hace lo que puede y luego … Pone fe en el Padre. También la fé «duele» pero lo que es seguro es que Dios nos compensa siempre… Cuando El considera que ha llegado el momento.
¿Cómo hacer para tener fe en Dios?
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá, porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7, 7).
No dejes de buscar, que será Dios el que se haga el encontradizo contigo
Marta, enhorabuena de nuevo, por esa Fuente que nos mana, cada semana, en tus post. Gramorix!!
El problema de la Fe es que no admite grados. La Fe tiene la estructura de un todo/nada que se convierte en una traba a un posicionamiento positivo.
Una persona sin fe es como las semillas sobre tierras infértiles, la fe es la fuentes de la vida, sin fe somos un montón de huesos