Evangelio apc Esperanza

La esperanza es ese estado en el que nos encontramos cuando confiamos en que nuestra causa – sea la que sea – se va a terminar resolviendo de manera favorable. Lleva consigo una mirada optimista por nuestra parte y suele ir acompañada de una suerte de emoción que nos recorre por dentro y que nos adelanta que el final será feliz. 

El cristiano, además, suele esperar desde la Fe. Suele apoyar esa esperanza en una confianza plena en un Dios que, sobre todo, es Padre; un padre que todo lo puede, que nos quiere más de lo nunca pudimos siquiera imaginar y un padre que, igual que los padres de la tierra, está deseando ayudar, atender, cuidar, regalar y mimar a sus hijos.

Todos deseamos enfrentar desde la esperanza problemas que se nos van presentando tanto a nosotros como a aquellas personas a las que queremos .

Ese estado de esperanza, que nos anticipa el tan deseado final feliz, en ocasiones nos llega de manera espontánea, pero lo cierto es que es una disposición del corazón a la que nosotros, con nuestro comportamiento, podemos contribuir mucho:

¿Por qué no pedirle a Dios Padre lo que necesitamos?

Pedirle creyendo – de verdad – en las palabras de Jesús: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. (Evangelio Mateo 7, 7 – 8).

¡Anda que no deja paz en el corazón una buena charleta con el Padre! ¡Anda que no se queda uno tranquilo cuando, una vez que ha hecho ya todo lo posible por solucionar los problemas, deja su desenlace en las manos de Dios!

No hay terapia más segura, ni más reconfortante, ni más barata. Y la tenemos ahí, al alcance de la mano, cuando queramos, donde queramos y como queramos. ¿Se pueden tener más facilidades?

¿Por qué no mirar a la vida de una manera agradecida y optimista?

Podemos y debemos esforzarnos en dar su justo valor a esos pilares en los que se asienta nuestra vida: Habitualmente vivimos sin dar su justo valor a la salud, la fe, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros amigos, nuestro trabajo o los talentos con los que hemos nacido. No les damos importancia, como si siempre fueran a estar ahí, a pesar de que sabemos a ciencia cierta que al menos algunos de ellos en algún momento los perderemos. ¿De verdad necesitamos perderlos para apreciarlos como el tesoro que son? Todos sin excepción tenemos razones para sentirnos afortunados y agradecidos.

Podemos y debemos esforzarnos en dar su justo valor también a esas pequeñas grandes cosas que, sin ser pilares, forman parte de nuestro día a día, nos lo hacen agradable y lo llenan de sentido:

Nunca deberíamos enfrentarnos a un nuevo día como si fuera a ser un día más, un día de esos que nos dan un poco igual, un día que casi preferiríamos que pasara rapidito.  Porque si esa es nuestra actitud cuando nos levantamos y comenzamos a vivirlo, lo más probable es el que el día, efectivamente, termine siendo mediocre. ¿Por qué no disfrutar de esas pequeñas grandes cosas del día y aprovecharlo como la oportunidad única que es?

Podemos y debemos soñar y luchar para conseguir nuestros sueños. Sin miedo, siendo valientes, poniéndonos metas altas. ¿Qué es lo que nos gustaría ver cuando vayan pasando los años y un buen día miremos hacia atrás?, ¿qué nos gustaría haber hecho para sentirnos orgullosos de nosotros mismos? ¡Pues a por ello!

No debemos malgastar ni un segundo en acciones que restan en vez de sumar:  protestar por protestar, auto compadecernos, quejarnos por deporte,  llevarnos disgustos por tonterías que realmente no merecen la pena, guardar rencor, llevar cuentas del mal o intentar quedar por encima de los demás son actitudes que mientras más alejemos de nuestra vida, mejor.

La Fe y una buena actitud contribuyen directamente a que vivamos desde la Esperanza.  Ese estado, además de beneficiarnos a nosotros mismos, cuando se sostiene en el tiempo, genera una especie de «buen rollo» a nuestro alrededor que atrae a otras personas a nuestro lado; porque enriquece; porque resulta ser un foco de calor en medio de la frialdad de nuestro mundo; porque tiene algo especial que resulta contagioso y porque contribuye a crear ese clima de servicio que en muchos casos hace que los problemas terminen siendo solucionados entre unos y otros.

Para terminar el post os dejo una canción preciosa, titulada «Vivir», que estrenaron Rozalén y Estopa (a beneficio de la AECC) y que acaba de relanzarse gracias a Julia y Dave, de OT. Toda una invitación a que nos apoyemos en los problemas tan sólo para coger impulso y dedicarnos a lo que de verdad importa, toda una invitación a vivir desde la esperanza y toda una invitación a ser felices.

La imagen es de PublicDomainPictures en pixabay

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