Evangelio Marcos 2, 18 – 22 «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?»
Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».
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La seña de identidad del cristiano es el amor
“En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Evangelio Juan 13, 35). Son palabras que pronuncia Jesús en la última cena, poco después de haber lavado los pies a sus discípulos.
Lo que con ellas nos indica Jesús es que la señal que identifica a un cristiano es el amor. Sin más. Y sin menos. Cristiano es el que ama a los demás. Y al que no vive así, Jesús no lo considera “de los suyos”.
Si no tengo amor no tengo nada
Lo que da valor a las acciones, no son tanto las acciones en sí mismas, como el amor que ponemos en ellas cuando las hacemos: hay diferencia entre quien hace una acción en favor de otro porque le parece que es lo que debe hacer y quien hace esa misma acción porque quiere a ese mismo “otro”.
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