Si miramos a Jesús como modelo a imitar, en ocasiones podemos sentirlo como algo inalcanzable, porque lo cierto es que siempre llevó una vida ejemplar. De la primera etapa de su vida, de esa que vivió en familia, poco nos ha quedado recogido en el Evangelio. Pero de los tres años que duró su vida pública es mucho lo que conocemos. Y si nos fijamos en que dejó todo para ir a predicar su mensaje, si nos fijamos en que ni siquiera tenía un sitio fijo en el que descansar por las noches, si nos fijamos en que siempre le movió un corazón misericordioso y si nos fijamos en que siempre, siempre, siempre fue bueno, podemos sentir su disposición y su compromiso lejos de nuestro alcance. Porque a nosotros, a unos más y a otros menos, nos pesan los errores que ya hemos cometido y nos pesa el sabernos con tantos defectos.
Sin embargo no nos ocurre lo mismo cuando miramos a esos a quienes Jesús escogió como sus íntimos, para dar continuidad a la labor que él comenzó.
Y para muestra un pasaje del Evangelio:
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado». (Evangelio Marcos 9, 33 – 37).
Los apóstoles habían estado discutiendo entre ellos quién era el más importante. ¡Qué aspiración tan común en este mundo!. A día de hoy, igual que entonces, miramos con admiración a quienes tienen mucho poder, a quienes tienen mucho dinero o a quienes tienen puestos de mucha responsabilidad y toman grandes decisiones. De tal manera que muchos de nosotros – como los apóstoles en esta ocasión – soñamos con lo mismo: con ser «importantes». Hay quienes reconocen esas aspiraciones abiertamente y otros, más reservados, que no las manifiestan. Pero ahí están.
Nada más lejano del Reino que nos trae Jesús.
Jesús sabe perfectamente de qué han estado hablando sus íntimos, pero les invita a que ellos mismos se lo cuenten. Y todos se callan. ¿Sentirían vergüenza?, ¿sentirían pudor?, algo habían aprendido ya del mensaje de Jesús y no se atrevían a contestar.
Sea como fuere, Jesús aprovecha la ocasión para insistir, una vez más, en que en el reino que él nos trae, el más grande, el más importante, es el que más ama. Y como el amor, cuando es verdadero se traduce necesariamente en obras, en el reino que él nos trae el más grande es el que más sirve.
En este pasaje del Evangelio, y en otros muchos, puede verse cómo esos apóstoles a los que escogió Jesús estaban lejos de ser perfectos: eran personas de carne y hueso, con muchos defectos, que cometían errores y que en ocasiones no respondieron como deberían haberlo hecho. A pesar de convivir con Jesús y recibir cada día sus enseñanzas, no terminaban de entender la hondura de su mensaje y, desde luego, no terminaban de transformar sus corazones.
Y a mí, personalmente, me alegra enormemente que así fuera: porque los siento humanos, cercanos, y tan cargados de fallos como muchos de nosotros. Esos mismos apóstoles, a pesar de todos sus defectos y todos los errores que cometieron, lo cierto es que tras la muerte de Jesús fueron capaces de la talla dedicando el resto de sus vidas a extender el cristianismo fuera de Israel: me hacen sentir que es posible superar las debilidades y me hacen sentir también que es posible levantar el vuelo y vivir dentro del mundo con el estilo de vida que nos propone Jesús: el estilo de vida del servicio a los demás. Algunos, como ellos, como misioneros, y otros, la mayoría de nosotros, desde la sencillez de la vida cotidiana.
La imagen es de Charles Lam en Flickr
…es q para algo murió Jesús! Es por su sangre redentora, derramada para nuestra salvación q podemos aspirar a ser fieles al evangelio.
El evangelio es más q una moral de amor. El evangelio es una persona: es Cristo. El evangelio es redención. TODO ES GRACIA.