Evangelio apc Lavando los Pies

Que el amor es algo que debemos traducir en obras es algo bastante intuitivo para todos. De no ser así, nuestro amor sería, dicho quizás de una manera demasiado de andar por casa, tan solo «de boquilla».    

A lo largo de toda su vida pública, Jesús nos enseña una y otra vez que lo único importante en la vida es el amor. Lo hizo a través de sus palabras y, sobre todo, con el ejemplo que nos dejó con su vida:

Cuando San Juan Bautista estaba encarcelado, manda a algunos de sus discípulos donde estaba Jesús, para preguntarle si era Él el que tenía que venir. Jesús en lugar de contestarles que sí, sin más, les invita a pasar un tiempo con Él y con sus apóstoles. Finalizado ese tiempo, les dice «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados» (Evangelio Lucas 7, 22). Este es el autorretrato que Jesús hace de si mismo. Es el autorretrato de un hombre al servicio de los demás.

Pero hay un pasaje del Evangelio en el que, en mi opinión, el hecho de que el amor es servicio, queda especialmente claro: durante la Última Cena, Jesús se levanta de la mesa, llena un balde con agua y lava y seca los pies a los discípulos, uno a uno. Se trata de un momento muy especial, porque ya sabe que le queda poco para regresar al Cielo y está aprovechando para recordar a sus más íntimos las claves de su mensaje. Mediante este acto tan didáctico, deja grabado en los corazones de los suyos que el amor es servicio.

Una vez que ha terminado, les invita a que ellos también se laven los pies unos a otros, a que estén siempre al servicio unos de otros. Jesús nos enseña que los hombres son más grandes cuanto más aman y por lo tanto cuanto más sirven. Criterio, por cierto, bastante distinto del que se vivía en la sociedad de entonces y del que seguimos teniendo vigente en la sociedad de hoy.

Para que nosotros vivamos así no hace falta que hagamos nada extraordinario: basta con que tengamos esa disposición al servicio siempre, en cada una de las pequeñas o grandes facetas de las que se compone nuestra vida cotidiana. Jesús nos invita a que vivamos pendientes de las necesidades de las personas que nos rodean – familias, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de clase … – y a que les atendamos en la medida en la que nos sea posible.

El reto, en mi opinión, es que esa disposición al servicio, que habitualmente no nos sale de manera espontánea y que podemos empezar, en cierto modo, «forzando», llegue un momento en el que «salga sola», esté en nuestro ADN y sea parte de nuestra identidad.

Photo credit: peterskim via Foter.com / CC BY-NC-ND

3 comentarios

  1. Servir es sublime placer para un enamorado de Dios, y mientras más lo ejercitamos, más se hace hábito en nosotros: Dios nos va llenando de amor el corazón!

    Y aunque como bien dices, muchas veces nos tenemos q esforzar, pero bendito esfuerzo… quisiera pasar el resto de mi vida esfórzandome en servir!

  2. Gracias, Marta, servir está al alcance de todos. Què oportuno tema en Jueves Santo, en que
    Jesús nos da una ejemplar «clase práctica» en el lavatorio de los pies a sus discípulos durante la Cena y cuando Judas aún estaba a la mesa.
    Insuperable, Marta! Gracias

    1. Servir está al alcance de todos?? Bueno… eso es mucho decir… yo, sin ir más lejos, no sería capaz de servir si no fuese por la Gracia de Dios. Es Dios quien inspira el servir y da las fuerzas para hacerlo.
      Antes de conocer a Dios, poco servía yo…. Más bien me servía a mi misma….
      Servir está al alcance de todos, bueno, sí, pero hay q aclarar: siempre y cuando nos abramos al don de Dios.

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