«Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre»
Evangelio del día 31 de marzo de 2022 – Juan 10, 31 – 42
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Elles replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». Y muchos creyeron en él allí.
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No querer entender

A muchos de nosotros nos cuesta, lo reconozcamos o no, aceptar los triunfos de otros. Especialmente si esos que triunfan son nuestros pares – amigos, vecinos o compañeros de trabajo – y un buen día brillan más que nosotros. Y como nos cuesta aceptarlos andamos pensando de manera retorcida en torno a ellos hasta encontrar algo a lo que agarrarnos para poder cuestionarlos o criticarlos. Penoso.
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