Uno de los males que sin duda está más extendido en nuestra sociedad es el egoísmo: eso que nos lleva a ponernos a nosotros mismos en el centro de nuestra vida y en el centro de nuestras decisiones, para, en la medida de lo posible, poner nuestras necesidades y nuestros deseos por delante de todo lo demás.

Jesús, conocedor de esa tendencia nuestra -que es tan antigua como el mundo y que ya tenían sus contemporáneos- nos invitó a usar como refencia el amor a nosotros mismos para explicarnos su doctrina:

«Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas»

Evangelio Mateo 7, 12

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo«

Evangelio Mateo 22, 39

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga«

Evangelio Lucas 9, 23

Con ese negarnos a nosotros mismos Jesús nos invita a no ponernos en el centro de nuestras decisiones sino a que en ese centro pongamos lo que es lo correcto, aún cuando nosotros podamos salir mal parados. Porque el bien común siempre ha de estar por encima de nuestros propios intereses.

Apostar por el bien común implica ir por la vida con las luces largas encendidas: con una mirada global, una mirada estratégica, una mirada que trata de ver más allá de nuestra propia vida para entender cuáles son las necesidades y los intereses de quienes nos rodean, cuál es el contexto en el que estamos y cuáles son los retos que tiene hoy nuestra sociedad y nuestro mundo.

Apostar por el bien común implica hacer de la generosidad nuestro estilo de vida. Porque serán muchas las veces en las que no estén alineados el bien común y nuestro beneficio personal.

Ir con las luces largas puestas y tener un talante generoso es bueno siempre. Pero es algo especialmente importante en las personas que tienen poder y dirigen empresas o gobiernan países, porque sus decisiones tienen un alto impacto sobre las vidas de muchas personas: mientras más poder se tiene más espíritu de servicio debería tenerse. ¡Qué distinto sería el mundo en el que vivimos hoy si quienes llevan su timón pusieran el bien común por delante de sus intereses personales, sus intereses partidistas o sus intereses ideológicos!

Pero ni nuestros gobernantes ni muchos de nosotros tenemos esa mirada estratégica cuando nos movemos por la vida. Y esa, creo yo, es una de las razones por la que tantas veces no entendemos el proceder de Dios: no entendemos que no nos conceda lo que le pedimos, o no entendemos que maneje unos tiempos tan distintos de los nuestros, o no entendemos que permita que las cosas se resuelvan de una manera distinta a la que nos hubiera gustado. Y es que no alcanzamos, ni de lejos, a entender esa mirada suya que no está condicionada, como la nuestra, por el tiempo y el espacio y que es, en el pleno sentido de la palabra, global.

En esos casos, toca confiar en que Él sabe más. Y toca regalarle nuestra Fe.

La imagen es de jarmoluc en pixabay

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