
Estos días de atrás hemos revivido el nacimiento de Jesús y han sido también, para muchos de nosotros, días de familia, días de reencuentros, días de descanso y días de reuniones en torno a la mesa, que han terminado con la fiesta de la Epifanía. Ahora, con la vuelta a los colegios y la vuelta a los trabajos, entramos de nuevo en la vida cotidiana. Y con ella tomamos conciencia de que estrenamos un nuevo año en el que todo está aún por ocurrir y con el que la vida parece como si nos regalase una nueva oportunidad.
Una nueva oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva con aquellas cosas que han formado parte de nuestra vida y que nos gustaría ir sacando: malos hábitos, malos pensamientos o miserias del corazón tantas veces inconfesables. Y una oportunidad también de volver a empezar, pero haciendo las cosas mejor de lo que las hemos hecho hasta ahora.
Es cierto que nosotros no tenemos el control total de nuestra vida, y que hay muchos factores que la condicionan enormemente sobre los que tenemos poca capacidad de influencia; poco podemos hacer cuando la salud deja de acompañarnos o deja de acompañar a las personas que queremos o poco podemos hacer cuando el país o la economía atraviesan una situación de inestabilidad.
Pero no es menos cierto que lo que pase en este próximo año en nuestra vida dependerá en gran medida de los pasos que vayamos dando, de las decisiones que vayamos tomando, de nuestra actitud, de la disposición de nuestro corazón, de cómo de claro tengamos lo que queremos llegar a ser y también de cuánto seamos capaces de organizarnos el tiempo que tenemos.
El tiempo que tendremos en la vida está limitado. Aunque comienza un nuevo año y con él el ciclo vuelve a empezar, ese ciclo para nosotros no será igual que el del año pasado, porque ahora tenemos un año más de experiencia y un año menos por delante. Los años de nuestra vida no sabemos cuántos serán por lo que, sin agobiarnos, es importante que nos tomemos las cosas en serio.
El tiempo que tendremos este próximo año estará limitado también. Limitadísimo. Aunque ahora pueda parecernos que un año es largo y que nos dará tiempo a todo, lo cierto es que si no nos organizamos bien eso no ocurrirá. Porque es mucho el tiempo del que en realidad no podemos disponer porque necesariamente tenemos que dedicarlo a dormir, a obligaciones domésticas o a obligaciones laborales. Así que, sin duda, se hace necesario priorizar. Y mucho.
Y lo sensato, creo yo, es que demos prioridad a las cosas que de verdad importan y demostremos que de verdad tenemos un compromiso con ellas: nuestras familias, nuestros amigos, y esas otras personas, no tan cercanas, que se van cruzando de una manera o de otra en nuestro camino a las que también podemos acoger, comprender y ayudar cuando llegue el caso. Y, por supuesto, también a ese Dios que, sobre todo, es Padre, y que está deseando que le compartamos nuestras cosas, también cuando todo nos va bien y no necesitamos pedirle nada.
Si no priorizamos bien y no nos esforzarmos para organizarnos, acabaremos acomodándonos a las modas de turno y lo secundario acabara quitando su espacio a lo importante.
Toca elegir. Y toca también aprender a decir que no.
Para terminar dejo enlazado un vídeo muy conocido, de hace ya unos años, en el que un profesor de filosofía enseña a sus alumnos la importancia de priorizar. Son 3 minutos y merece la pena.
La imagen es de geralt en pixabay
Pero que razón tienes Marta !!!!!