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Evangelio Marcos 9, 38 – 43. 45. 47 – 48 «El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa»

Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la gehenna. Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

La imagen es de Pexels en pixabay

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Hay un refrán español que dice que “el que no arriesga no gana”. Y, en mi opinión, encierra una gran verdad. Porque si buscamos la seguridad por encima de todo, si nos quedamos en nuestra zona de confort, si ponemos nuestros intereses por delante del bien común, si por miedo a las diferencias ni siquiera escuchamos la visión ni las posturas de otros y si por evitar el sufrimiento no arriesgamos el corazón, podremos vivir una vida más o menos tranquila, pero será una vida mediocre.   

Jesús supo ser valiente, no tuvo miedo a romper con las reglas sociales, puso nuestros intereses por delante de los suyos y supo tener una actitud de escucha y de acogida incluso con aquellos a que habían quedado al margen de la sociedad

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Son muchas las circunstancias en nuestra vida que nos vienen dadas y que, de hecho, condicionan enormemente nuestra manera de pensar y nuestra manera de ser: el momento histórico en el que nacemos, la familia en la que venimos al mundo, el país en el que nos criamos, la educación que recibimos y el ejemplo que nos dan nuestros mayores, son algunas de ellas.

Pese a esas circunstancias que, efectivamente, no escogemos, todos nosotros tenemos mucha capacidad de elección. Y, si bien es cierto que no todos tendremos, por ejemplo, las mismas oportunidades profesionales, sí que todos podemos llegar a ser el tipo de persona que nos propongamos ser

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