Evangelio Mateo 28, 16 – 20 «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado»
Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
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Jesús dedicó su vida a extender la Buena Noticia que había venido a traernos: que Dios es Padre y que los hombres estamos aquí para amarnos unos a otros. Y transmitió su mensaje su mensaje al pueblo de Israel tanto a través de sus palabras como a través de sus obras.
Tras su muerte y su resurrección llega el momento de extender el cristianismo al resto del mundo, más allá del pueblo de Israel. Y para esa acometer esa importantísima misión cuenta con los discípulos que habían estado conviviendo con él y aprendiendo de sus enseñanzas durante los tres años que duró su vida pública
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