Es fácil que, viviendo en este mundo que nos rodea, pongamos nuestra confianza en las riquezas, nos distraigamos con el consumo y los placeres del mundo y vayamos cada uno a lo nuestro. Porque son los valores que se han impuesto en nuestra sociedad y de alguna representan comportamientos que nos parecen «los normales».
Pero sabemos que quien adopta estos valores como suyos no puede ser realmente feliz, ni siquiera cuando aparentemente las cosas le van bien. Y con seguridad se vendrá abajo cuando se presenten los problemas serios. Porque no ha edificado su casa sobre roca.
¿Qué es edificar nuestra casa sobre roca?
«Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en practica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa» (Evangelio Lucas 6, 47-49)
Quien escucha las palabras de Jesús oirá siempre las mismas dos ideas fundamentales: el amor a los hombres y la esperanza en el Padre
¿Quién es el que las pone en práctica?. Pues, como no podría ser de otra manera, el que pasa por la vida tratando de hacer del amor su estilo de vida. Y que, además, confía en que tiene un Padre en el Cielo que se preocupa y se ocupa de sus cosas.
Cuando entramos en ese camino del amor nos sentimos en la dirección correcta. Lo habitual es empezar despacio, por lo más del día a día, y poco a poco ir avanzando. Y entrar, sin buscarlo, en una especie de círculo virtuoso en el que va aumentando la capacidad de amar. Y crecer en el amor casi sin querer. Y nos damos cuenta de nuestro crecimiento cuando buen día nos encontramos con que cosas que antes nos costaban ya no se nos hacen difíciles. El camino no es uniforme, ni mucho menos: hay etapas en las que se avanza deprisa, otras en las que se avanza despacito y otras etapas en las que incluso se va para atrás. Pero no es difícil recomponerse y ponerse de nuevo en marcha, cuando se sabe la dirección que hay que tomar. Ese es el camino es el que facilita el llegar a Dios y el crecer en intimidad con Él, puesto que Dios es el Amor con mayúsculas. El que viva así estará edificando su casa sobre roca. Y el que viva así, cuando le lleguen las dificultades de la vida – que le llegarán – vivirá incluso el dolor, cuando sea el caso, desde el colchón de la Fe: sabiéndose querido y atendido por un Padre que ya le viene acompañando habitualmente en el camino de su vida.
Por el contrario, quien vive fuera del amor, ese edifica sin cimiento, sin fundamento, sobre arenas movedizas. Ni crecerá en espíritu, ni llegará a Dios. Y cuando le lleguen las dificultades de la vida – que igualmente le llegarán – se derrumbará.
Me gusta especialmente que se puede edificar sobre roca desde lo pequeño, lo cercano, lo cotidiano. Es algo accesible a todos y, además, es la fuente de la felicidad.
La imagen es de Almudena_Sanz_Tabernero en pixabay
Edificar en la roca… es estar postrado a los Pies del Señor… es saber q sin Él nada podemos… es amarLe con toda el alma, con toda la mente, con todo el corazón y con todo el ser… es adorarlo en espiritu y en verdad… es sentir tal agradecimiento por sabernos redidimidos… q abiertos a la abundancia de su Gracia, vivamos en plena generosidad, olvidados de nosotros mismos, volcados por entero al prójimo… en esos pequeños detalles de cada día…