Muchos de quienes tenemos claro que queremos hacer vida el Evangelio somos muy conscientes de la importancia del perdón. Y perdonamos de corazón a quien nos ofende y olvidamos después la ofensa hecha. Pero no llevamos bien las reincidencias. Cuando se dan, empezamos, de alguna manera, a llevar las cuentas del mal y se nos empieza a hacer difícil volver a perdonar: estamos lejísimos de ese «hasta setenta veces siete» que nos propone Jesús.

Jesús nos invita a vivir desde el amor: desde un profundo amor a Dios y un profundo amor a los hombres, nuestros hermanos. Un amor que tiene muchas caras y que en unas ocasiones se traducirá en escuchar al otro, en otras se traducirá en defenderlo, en otras se traducirá en ayudarle, en otras se traducirá en pedirle perdón y en otras se traducirá en perdonarle.

Llevar cuentas del mal evidencia lo mucho que nos queda por recorrer en el camino del amor. Porque lo cierto es que nos cuesta perdonar al otro cuando le amamos poco, o no lo amamos lo suficiente: solo quien ama mucho es capaz de perdonar mucho.

Llevar cuentas del mal evidencia que nos falta altura para mirar al otro como alguien frágil a quien también le queda mucho por recorrer en el camino del amor, en lugar de mirarlo como a una persona que nos ha ofendido o nos ha atacado.

Llevar cuentas del mal evidencia que nos falta sensatez, porque posiblemente es una de las actitudes que más deterioran las relaciones personales. Lo mismo da que sean relaciones profesionales, que relaciones de amistad o relaciones familiares. Llevar cuentas del mal contribuye directamente a crear un clima interpersonal difícil de respirar, en el que el rencor se va haciendo cada vez más poderoso.

Llevar cuentas del mal evidencia lo mucho que nos cuesta empatizar con el otro y ponernos en su piel. Porque al otro le disgusta tanto que le lleven la cuenta de las faltas y errores que va cometiendo como a nosotros. Va bien que recordemos de vez en cuando la regla de oro que nos propuso Jesús:

Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas

Mateo 7, 12

El perdón no es un sentimiento sino una decisión que, desde la razón, podemos tomar cuando queramos. Una decisión que, por supuesto, requiere que después obremos en consecuencia.

Y, como bien dice mi amiga Luisa, el perdón es como una medicina. Una medicina tanto para el que lo regala como para el que lo recibe. Una medicina que cura de manera inmediata y que deja a su paso una estela de paz en el alma y en el corazón.

Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete».

Mateo 18, 21 – 22

La imagen es de pexels en pixabay

2 comentarios

  1. loles el perdon se encuentra cuando has liberado de tu corazon la rabia el rencon y le pide a jesus que t e iluumine para tener paz con todo el cariño vuestra amiga loles

  2. Gracias por este maravilloso mensaje de Jesús. El amor y el perdón no entienden de números. Le pido a Jesús que me siga ayudando en el largo camino del amor y del perdon al prójimo.

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