A muchos de nosotros nos cuesta pedir perdón. Posiblemente porque nos obliga a reconocer que hemos hecho las cosas mal.
Y, si nos cuesta pedir perdón, aún más nos cuesta perdonar. Perdonar de verdad, de corazón, olvidando la faena o la ofensa hecha, para hacer «borrón y cuenta nueva» con esa persona que no se portó con nosotros como debiera haberlo hecho.
Jesús nos enseña con sus palabras y sus obras que lo más importante en la vida es el amor. Y nos invita una y otra vez a que vivamos para los demás, a que estemos a su servicio. Hay infinitas formas de traducir ese amor en acciones concretas con personas concretas: en unos casos ese amor se traducirá en escuchar, en otros casos se traducirá en aconsejar, en otros casos se traducirá en defender … en otros casos se traducirá en pedir perdón y en otros casos se traducirá en perdonar.
En el Evangelio hay muchos pasajes en los que aparece el perdón y la disposición al perdón:
Quizás uno de los más conmovedores, al menos para mí, es el pasaje en el que narra Jesús la parábola del Hijo Pródigo. En esta parábola cuenta Jesús que un hijo le pide a su padre la parte de la herencia que le corresponde. Deja la casa paterna y malgasta el dinero. Y cuando no le queda nada, los amigos le abandonan y pasa necesidad, recuerda a su padre y a su casa y decide volver. El padre, cuando lo ve llegar, lejos de reprocharle su mal comportamiento, se tira a su cuello, lo cubre de besos y organiza una fiesta para celebrar su vuelta.
Igual de conmovedor, en mi opinión, resulta ver cómo se porta Jesús con Judas en la Última Cena: cuando ya sabe que lo ha vendido por dinero y que está buscando la ocasión ideal para entregarlo, aún lo mima e intenta retenerlo y que cambie de parecer. Jesús, lejos de reprocharle su traición, lo cuida hasta el final.
Mi conclusión tras reflexionar acerca de estos dos pasajes de tanto calado es que para poder perdonar, primero hay que amar. Y para perdonar mucho, primero hay que amar mucho:
El padre de la parábola del Hijo Pródigo no es generoso con su hijo porque su hijo se lo merezca. No. El padre es generoso con su hijo porque le quiere. Y como le ama mucho, es capaz de perdonarle mucho. Y lo mismo ocurre en el caso de Jesús: no es generoso con Judas porque Judas se lo merezca. Jesús es generoso con Judas y tiene hacia él esa disposición al perdón porque lo ama de manera incondicional.
Igualmente, a nosotros nos cuesta poquísimo disculpar y perdonar a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos o a nuestros seres más queridos. Porque les queremos mucho. La dificultad para perdonar se nos presenta cuando la ofensa a viene de alguien a quien no queremos lo suficiente.
Pero a eso es a lo que estamos llamados: a llegar a querer a todos aquellos que pasan a nuestro lado en el camino de la vida. Si los queremos podremos perdonarlos de corazón sin apenas dificultad cuando nos ofendan o no se porten como nosotros como debieran haberlo hecho. Sabiendo que ese «querer a todos» no es algo que se pueda dar en nuestra vida de un día para otro. Por supuesto que no. Es una carrera de fondo en la que lo sensato parece empezar por los más próximos para ir ampliando poco a poco ese círculo. Y es una carrera en la que a veces se avanza deprisa, a veces se avanza despacio, y a veces incluso se retrocede. Pero sin duda es la meta a la que deberíamos aspirar.
A quien se quiere, además, no cuesta perdonarle tantas veces como haga falta: «hasta setenta veces siete» (Evangelio Mateo 18, 22).
Nunca debemos cansarnos de acoger a quien quiere volver a nosotros, igual que el Padre nunca se cansará de recibirnos cuando seamos nosotros los que queramos volver a Él. Aunque sabiendo, eso sí, que lo segundo está condicionado por lo primero: el Padre nos perdonará tantas veces como haga falta si nosotros también perdonamos a quienes nos ofenden: con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros (Evangelio Lucas 6, 38).
La imagen es de Montse PB en flickr
Me ha encantado Marta la reflexion del perdón.
Creo que es el Papa Francisco quien dice, que el más valiente es quien primero pide perdón, el más generoso el que primero perdona y el más feliz quien primero olvida.
…cierto… q difícil perdonar… uff… cuando se portan mal con nosotros, una y otra vez, y no nos piden ni perdón…
Pero… Jesús nunca dijo q seguirle fuera fácil… más bien, pasar por una puerta estrecha.
Yo me acuerdo tb de la parábola del siervo malvado, narrada por San Mateo en el capítulo 18:
»Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo.” El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. »Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré.” Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.
Me recuerda la gigantesca deuda q nos ha perdonado el Padre en comparación con las pequeñeces q nosotros hemos de perdonar…
Amado Dios, Trinidad Santísima, danos la Gracia de perdonarnos de corazón unos a otros. Danos un corazón amoroso, tierno comprensivo y misericordioso para perdonar. AMEN.
Marta: Gracias por tu Luz, tu comprensión Honda de los pasajes evangélicos. Gramorix!!. A cuántos beneficias!!. Gracias
Gracias. La verdad está en quererme un poco más para poder de verdad perdonar y poder pedir perdón por las veces que sea necesario. Que bien se siente cuando uno adquiere esa capacidad. Bendiciones
Parece que estos comentarios se refieren siempre al perdón con mayúscula, al perdón de las grandes ofensas. Yo creo que también es importante el perdón de lo pequeño, el perdón de las pequeñas cosas de cada día, sin el cual sería imposible vivir. Al amparo de esta página yo lo llamaría «elperdóndeandarporcasa» que es el fundamento de la tolerancia.