Estamos viviendo un tiempo en el que el mundo está cambiando a una velocidad de infarto. Y lo está haciendo, creo yo, debido a la evolución sin precedentes que estamos teniendo en el ámbito de la tecnología.

Ya no podríamos imaginarnos nuestra vida cotidiana sin internet o sin smartphones, aunque lo cierto es que no hace demasiado tiempo que nacieron. Y todos nosotros, ya siempre conectados, aún sin darnos cuenta, vamos dejando un rastro datos casi con cada paso que damos. La inteligencia artificial, aunque invisible, forma parte también desde hace tiempo de nuestro día a día y herramientas como el Chat GPT han llegado hasta nosotros para quedarse.

La tecnología, como tantas, cosas, en sí misma no es ni buena ni mala. Lo que es bueno o malo es la forma en la que el ser humano la desarrolla y, por supuesto, el uso que quienes la utilizamos hacemos de ella.

Puesta al servicio del bien común, sin lugar a dudas, puede hacer que la humanidad y el mundo progresen muchísimo.

El riesgo está en que otros intereses, como el económico, pueden hacer que se desvíe lo que siempre debió crearse para ponerse al servicio del bien de todos. Y ahí es donde la cosa se nos puede ir de las manos.

Por eso, creo yo, es importantísimo que los cristianos -y quienes aspiramos a llegar a serlo algún día- vivamos con espíritu crítico, y tomemos nuestras decisiones siempre a la luz del Evangelio, para que siempre distingamos con claridad lo que está bien de lo que está mal. Diga lo que diga Google. Diga lo que diga Chat GPT. Diga lo que diga el resto del mundo.

Por mucho que la tecnología pueda contribuir al progreso y por mucho que pueda llegar a facilitarnos la vida, lo cierto es que siempre estará en la liga de las cosas del mundo. Y, como tal, nunca traerá respuestas a las grandes preguntas existenciales que todos, antes o después, nos hacemos. Tampoco dará nunca sentido a nuestra vida.

Lo único que puede dar sentido a nuestra vida y que siempre lo hará será el amor. El amor a Dios y el amor a las personas que van pasando a nuestro lado en el camino de la vida.

Por rápido que gire el mundo, por sofisticado que pueda llegar a ser, lo esencial siempre estará ahí, estable, como un pilar en el que siempre podremos apoyar nuestra vida, nuestra confianza y nuestra seguridad.

Para terminar este post os comparto una prueba que he hecho esta semana: le he pedido a Chat GPT que me escribiera un post de 200 palabras para publicarlo en El Evangelio de andar por casa titulado «Tecnología y Fe». Os pego por aquí el resultado:

La intersección entre tecnología y fe ha dado lugar a un fascinante debate en la sociedad actual. Mientras algunos temen que la tecnología pueda erosionar las bases de la fe, otros la ven como una herramienta para fortalecer y difundir creencias espirituales.

La tecnología ha transformado la manera en que accedemos y practicamos la religión. Desde transmisiones en vivo de ceremonias hasta aplicaciones de meditación y estudios bíblicos en línea, la tecnología ha ampliado nuestras posibilidades de conexión espiritual. Sin embargo, también plantea preguntas importantes. ¿Puede la experiencia de la divinidad ser reemplazada por una pantalla? ¿Cómo afecta la tecnología a la autenticidad de la experiencia religiosa?

Además, la tecnología ha permitido una difusión global de enseñanzas espirituales. A través de las redes sociales y los podcasts, los líderes religiosos pueden alcanzar a audiencias más allá de sus congregaciones locales. Esto puede fomentar un intercambio enriquecedor, pero también plantea desafíos en términos de interpretación y manipulación de mensajes religiosos.

En última instancia, la relación entre tecnología y fe es compleja y en constante evolución. Es crucial abordar estas dinámicas con discernimiento y apertura. La tecnología puede ser una aliada poderosa para nutrir nuestras creencias espirituales, pero debemos recordar que la verdadera esencia de la fe trasciende cualquier plataforma digital.

La imagen es de Geralt en pixabay

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