Ya estamos en verano. Una época del año en la que muchos de nosotros, afortunadamente, podemos hacer un parón en nuestras vidas para tomarnos unos días de descanso.

Serán unos días muy diferentes, en los que de repente la agenda se nos vaciará de compromisos y actividades y ya no tendremos que levantarnos a golpe de despertador al punto de la mañana para poder atender ese sinfín de obligaciones y tareas durante todo el día, a las que vamos llegando casi de milagro.

En esos días de descanso apreciaremos como un verdadero lujo ser los dueños de nuestro tiempo y poder decidir qué hacer con él y con quién compartirlo. Tanto si tenemos la suerte de salir unos días de nuestro lugar de residencia habitual como si los pasamos en casa.

Como la mayoría de nosotros no tenemos demasiados días de descanso a lo largo del año, querremos aprovecharlos a tope. Y es fácil que, por querer aprovecharlos, los llenemos de planes y excursiones.

Y hacer planes y excursiones está muy bien. Desde luego que sí. Pero creo que es bueno aprovechar también esos días en los que tenemos tiempo para nosotros mismos y, sobre todo, en los que vivimos a un ritmo más relajado y tenemos un estado de paz mental, para hacer balance personal y también para estar con Dios.

Es algo que está al alcance de todos los bolsillos, puesto que no tiene ningún coste. Tampoco requiere de planificación ni de una inscripción. Podemos hacerlo en el momento y el sitio que mejor nos convenga.

Hacer balance personal requiere mirar hacia adentro. Y, desde la sinceridad con nosotros mismos, valorar si vamos avanzando en la dirección correcta en el camino de la vida. Identificando aquello que estamos haciendo bien y también aquello que deberíamos estar haciendo mejor.

Muchas de las respuestas que andamos buscando están en nuestro corazón. Pero hay que saber buscarlas y hay que querer verlas. Nos guste lo que encontremos… o no nos guste demasiado. Mientras duren nuestros días aquí en la tierra siempre estaremos a tiempo para reconducir nuestra vida. No importa demasiado si ya hemos malgastado parte de nuestro tiempo. Lo que importa es que llevemos una vida coherente a partir del momento en el que demos nuestro «sí, quiero» al Cielo.

Pasar ratos con Dios también es importante. Es necesario dejarle ese espacio en nuestra vida que tantas veces le negamos por tener agendas imposibles. ¡Cómo no regalarle tiempo cuando tenemos, por fín, unos días tranquilos! Tiempo en el que nosotros podemos confiarle lo que llevamos en el corazón y tiempo que a buen seguro Él también aprovechará para regalarnos la paz, el consuelo, el consejo, o la fortaleza que necesitemos.

No hay mejor manera de reponerse después de un curso que ha resultado agotador para tantos de nosotros. Agotador por nuestras agendas y problemas y agotador, también, por lo mucho que estresa el contexto de incertidumbre tan grandísimo en el que está inmerso el mundo entero, y que ya amenaza con traernos una nueva crisis el próximo otoño.

Por el momento, toca descansar y toca cargar las pilas. Es tiempo de volver a lo esencial.

La imagen es de freegr en pixabay

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