
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?»
Evangelio Juan 8, 51 – 59
Dijo Jesús a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: Antes de que Abrahán existiera, yo soy». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
La imagen es de Katrina en pixabay
Reflexiones relacionadas
No querer entender

A muchos de nosotros nos cuesta, lo reconozcamos o no, aceptar los triunfos de otros. Especialmente si esos que triunfan son nuestros pares – amigos, vecinos o compañeros de trabajo – y un buen día brillan más que nosotros. Y como nos cuesta aceptarlos andamos pensando de manera retorcida en torno a ellos hasta encontrar algo a lo que agarrarnos para poder cuestionarlos o criticarlos. Penoso.
Este comportamiento no es nada novedoso. El propio Jesús lo sufrió en persona cuando fue a predicar a su tierra, a Nazaret
Deja una respuesta