Evangelio Marcos 6, 17 – 18, 21 – 29 «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista»
Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.
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A muchos de nosotros nos gusta el reconocimiento social. Tanto es así que cuando conseguimos tenerlo en el entorno que sea – entre amigos, en la familia, en el trabajo – hacemos hasta lo imposible por mantenerlo. Y nos cuesta muchísimo ser generosos y ceder nuestro rol a otros que vengan después que puedan merecer ese reconocimiento tanto o más que nosotros. San Juan Bautista sí que supo hacerlo
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