A muchos de nosotros nos gusta el reconocimiento social. Tanto es así que cuando conseguimos tenerlo en el entorno que sea – entre amigos, en la familia, en el trabajo – hacemos hasta lo imposible por mantenerlo. Y nos cuesta muchísimo ser generosos y ceder nuestro rol a otros que vengan después que puedan merecer ese reconocimiento tanto o más que nosotros.
San Juan Bautista sí que supo hacerlo:
El Bautista jugó un papel clave en la historia del cristianismo, puesto que dedicó su vida a preparar el camino que después recorrería Jesús, comenzando a predicar la ley del amor: La gente le preguntaba: «Entonces , qué debemos hacer?». Él les contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». (Evangelio Lucas 3, 10 – 11).
Recorrió la región del Jordán y predicó un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, invitando a todos aquellos que quisieron escucharle a la conversión y vuelta a Dios.
Si bien toda su vida fue ejemplar, yo tengo que reconocer que a mí lo que más admiración me produce de San Juan es cómo, cuando su popularidad estaba ya en la cima, supo ver que su misión estaba ya cumplida y también que convenía que fuera perdiendo visibilidad él para que la fuese ganando Jesús. Públicamente reconoció: «Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Evangelio Mateo 3, 11).
E incluso invitó a sus discípulos a que dejasen de seguirlo a él para seguir al Maestro: Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. (Evangelio Juan 1, 35 – 37).
Este comportamiento tan generoso que tuvo el Bautista, solemos encontrarlo hoy en los núcleos íntimos o familiares, en los que es fácil ver presumir a un niño de su padre, especialmente si es chiquitito o ya adulto (casi nunca de adolescente). Al igual que es fácil ver a un padre presumir, orgulloso, de un hijo cuando éste le supera en cualquier cosa: en estatura, en lo bien que pueda tocar un instrumento, en los estudios tan difíciles que pueda haber superado, en las notas que pueda haber sacado, en la bondad que habitualmente pueda mostrar … en lo que sea.
Fuera de esos núcleos íntimos, difícilmente vemos comportamientos tan generosos como el que tuvo San Juan. ¡Anda que vamos a dejar, así sin más, que brille otro más que nosotros!. Más bien haremos todo lo posible por que eso no ocurra, aunque sepamos que el otro lo pueda merecer igualmente. Lo común entre nosotros es que nos guste ocupar los primeros puestos y que, cuando logramos tenerlos, hagamos hasta lo imposible por mantenernos en ellos.
¿Qué pasa en los núcleos íntimos que no pasa fuera?, ¿por qué tenemos una actitud tan diferente en uno y otro espacio?
Lo que diferencia uno y otro caso es el amor que sentimos hacia los que nos superan o nos pueden superar: a nuestros hijos o a nuestros padres los queremos mucho y que brillen más que nosotros nos hace sentirnos orgullosos; pero si al que nos supera no le queremos lo suficiente, nos molesta su relucir. Nuestro problema, por tanto, no es otro que la falta de amor.
Es bueno que lo sepamos, que reconozcamos ese fallo nuestro como tal y que tratemos de avanzar en ese ir queriendo cada vez más a las personas que nos rodean para poder ir siendo cada vez más generosas con ellas. Hasta que llegue un día en el que, cuando una persona «amenace» con destronarnos y merezca nuestro puesto, seamos capaces de mirarla y decirle gustosos «pase usted primero», con ese mismo estilazo que supo tener San Juan.
Por saber cumplir el plan que Dios tuvo para él, por su valentía, por su vida dedicada a los demás y por saber retirarse en el momento oportuno, Jesús dijo de él: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista» (Evangelio Mateo 11, 11).
La imagen es de Macnolete en flickr
Gracias Marta! Te aseguro que es una reflexion que me ha servido de gran ayuda. Un abrazo y ánimo porque haces mucho bien.
Me encantó!!! 🙂