Evangelio apc Amigas

Son muchas las personas que nos rodean en los distintos entornos en los que nos vamos moviendo en el camino de la vida. A buena parte de ellas – padres, hermanos, vecinos, compañeros de clase o compañeros de trabajo – no las escogemos nosotros. Pero a confidentes, consejeros y amigos sí que los escogemos; en ellos nos apoyamos, por ellos nos dejamos guiar y lo cierto es que terminan teniendo mucho peso en nuestra vida. ¿Cómo asegurarnos de que acertamos con su elección?  

Debemos escoger personas en las que podamos confiar. Y para identificarlas, en mi opinión debemos tratar de conocer qué clase de personas son. Como ya hacía Jesús 21 siglos atrás.

En una ocasión en particular, detalla el Evangelio cómo Jesús no confiaba en que quienes le escuchaban creyeran realmente en su doctrina, porque estaba viendo lo que llevaban en el corazón:

Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre. (Evangelio Juan 2, 23 – 25).

Jesús buscaba atraer hacia el amor a todos aquellos que le seguían. Con sus palabras y, sobre todo, con su vida les invitaba – y nos sigue invitando hoy a nosotros – a vivir desde un profundo amor a Dios y un profundo amor a los hombres.

En ocasiones Jesús hacía milagros; milagros que – más allá de remediar en cada caso una necesidad en particular -acreditaban el apoyo que tenía del Cielo; milagros que de alguna manera servían también para hacer reaccionar a aquellos que tuvieron el privilegio de vivirlos en primera persona, presenciarlos, o saber después de ellos.

Pero hubo en muchas ocasiones entre sus seguidores quienes se quedaban en los milagros y no iban más allá; quienes no llegaban gracias a ellos a la doctrina del amor; quienes se quedaban en la novedad, en lo sensacional, en los fuegos artificiales, en el ruido, en el acontecimiento.

Y esto fue lo que sucedió en esta ocasión. Jesús supo leer en los corazones de las personas que le acompañaban y tuvo la certeza de que no debía confiarse, porque – muy a su pesar – era en la superficialidad donde se habían quedado. La caridad no había penetrado en sus corazones.

Nosotros, igual que Jesús entonces, también debemos tratar de leer qué tienen en el corazón las personas que nos rodean: qué es lo que les mueve. Y distinguir con claridad quienes son personas que habitualmente buscan el bien de los demás, de aquellas personas que son egoístas, son venenosas o son envidiosas.

Para confiar nuestras inquietudes, nuestras preocupaciones o nuestros problemas a quienes sepamos que los van a recibir como suyos, a quienes sepamos que nunca se reirán de ellos y mucho menos los chismorrearán, a quienes sepamos que harán lo que esté en su mano para ayudarnos.

Cómo saber en quién confiar no es demasiado difícil, puesto que a las personas se las conoce no por lo que dicen o por lo que aparentan ser sino por lo que hacen. Así que, basta observar sus obras y cómo son con los demás para saber lo que llevan en el corazón. Como se porten habitualmente con los demás, así se portarán también con nosotros.

Por nuestra parte debemos tratar de querer a todos tal y como son, claro que sí, pero debemos también estar espabilados para escoger muy bien a nuestros confidentes, a nuestros amigos y a quienes queremos que nos vayan acompañando de manera más o menos estable en el camino de la vida.

De la misma manera, si nosotros queremos resultar confiables para los demás, es necesario que quienes nos rodean sientan que pueden contarnos sus problemas porque nunca los airearemos y siempre haremos todo lo que esté en nuestra mano para echarles una mano.

Si somos personas confiables – o, si por el contrario, no lo somos – igualmente lo sabrán por nuestras obras; por cómo nos ven habitualmente comportarnos con los demás y por cuánta coherencia ven entre lo que queremos aparentar ser, lo que decimos y lo que hacemos.

Quienes, por su coherencia y por sus obras, resulten personas confiables para los demás… también lo serán para Dios.

La imagen es de marusya21111999 en pixabay

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