Evangelio Lucas 7, 11 – 17 – Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores»
Poco tiempo después iba camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.
La imagen es de congerdesign en pixabay
Reflexiones relacionadas
Jesús supo ponerse en la piel de aquella viuda y su dolor le tocó el corazón. Esa sensibilidad hacia los demás, ese entender el dolor del que sufre y ese sentir como propio su dolor es lo que nos pide también a nosotros. Y, por supuesto, que actuemos en consecuencia, haciendo por ellos lo mismo que nos gustaría que ellos hicieran por nosotros
Jesús nos invita a que en lugar de pasar por la vida movidos nuestras necesidades, nuestros deseos y nuestros intereses, andemos atentos a las necesidades, deseos e intereses de quienes nos rodean
Deja una respuesta