Algunos de los factores que más condicionan nuestra forma de ser o nuestra forma de pensar nos vienen dados en el momento de nuestro nacimiento, sin que nosotros podamos hacer nada para ni para escogerlos ni para cambiarlos: el momento histórico en el que nacemos, la familia en la que nos criamos – sus relaciones, sus costumbres y sus valores – , el país en el que nos criamos o la educación que recibimos son algunos de ellos.
Y tanto es verdad que nos condicionan que todos compartimos en nuestro imaginario determinados clichés. De manera que nos parece que quien no ha tenido el privilegio de recibir una buena formación académica está prácticamente condenado a tener trabajos casi de supervivencia durante toda su vida, creemos que el que se ha criado en un barrio marginal tendrá muchas papeletas para acabar mal o nos parece que el que ha nacido en el seno de una familia acomodada cuando sea mayor será votante de derechas.
Sin embargo, no es menos cierto que dentro de las circunstancias que a cada uno nos rodean tenemos muchísimo recorrido y mucha libertad para elegir qué queremos ser y qué hacer con nuestra vida:
Podemos y debemos soñar. Sin miedo, siendo valientes, poniéndonos metas altas. ¿Qué es lo que nos gustaría ver cuando vayan pasando los años y un buen día miremos hacia atrás?, ¿qué nos gustaría haber hecho para sentirnos orgullosos de nosotros mismos?, ¿haber hecho muchos amigos?, ¿haber formado a muchos niños desde de la enseñanza?, ¿haber trabajado para descubrir una vacuna contra el cáncer?, ¿haber sabido dejarlo todo por una buena causa?, ¿haber sacado adelante una familia?, ¿haber…? ¡No nos pongamos tantos frenos! Si ni siquiera nosotros creemos en nosotros mismos no llegaremos a ninguna parte: quien no se atreve a soñar nunca descubrirá su mejor versión. Y si no nos atrevemos a soñar este mundo nuestro no mejorará.
Podemos y debemos luchar para ver cumplidos nuestros sueños. Cada día es una nueva oportunidad. Y cada día cuenta.
Podemos y debemos ser críticos con lo que nos rodea y que tantas veces nos arrastra hacia donde no querríamos ir. No tenemos por qué hacer lo que está de moda o lo que hace todo el mundo: debemos saber plantearnos en cada caso qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, qué es lo que queremos para nosotros y qué es lo que no queremos. Porque muchas veces, a fuerza de ver cómo todo el mundo tiene un determinado comportamiento, ese comportamiento llega a parecernos que es «lo normal» o que es lo correcto. Y no es así. Podemos y debemos romper con esos clichés con los que nos etiquetan los demás y nos etiquetamos también nosotros mismos, porque podemos ser lo que queramos ser.
Jesús nos enseñó que la seña de identidad del cristiano es el amor: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Evangelio Juan 13, 35). Y con ello nos invitó – y nos invita – a algo tan sencillo como a que cada uno vivamos nuestra vida cotidiana desde el amor. Algo que está al alcance todos nosotros.
La buena noticia es es que no tenemos que ser todos iguales, ni comportarnos de la misma manera, ni hacer todos lo mismo: quien quiera seguir a Jesús puede hacerlo desde la circunstancia que tenga, con la personalidad que tenga, con la forma de ser que tenga, con las aficiones que tenga y con los sueños que tenga. Porque todos y cada uno de nosotros somos únicos. Y tan «de Dios» se puede ser siendo un profesor, como estando dedicado a la familia, como siendo un ingeniero de la NASA como siendo misionero, como… lo que cada uno soñemos con construir en nuestra vida. Porque para Dios no es tan importante lo que hagamos, como cuánto amor ponemos en aquello que hacemos.
Si no lo hemos hecho ya, ¿qué tal si damos el primer paso?
La imagen es de ThePixelman en pixabay
Querida Marta, tu post de hoy me viene hoy como anillo al dedo.
Es verdad que jamás hay que dejar de soñar, y que nunca es tarde para detenerse, pensar y decidir empezar un nuevo camino orientando tu vida a lo que de verdad te importa y te llena.
Las inseguridades y los miedos a equivocarse y no acertar, no pueden ni deben cerrar las puertas que, a veces, por esos milagros que tiene la vida, se abren ante nosotros.
¡¡Muchas gracias!!
Viva la fe sobre roca, que nos permite soñar, y el «sueño» realizable del Amor y la Unidad. Gramorix, Marta, no tienes desperdicio.
Me gusta mucho !!
Que DIOS,LOS BENDIGA A TODOS AQUELLOS QUE LEEN ESTA PAGINA,Y LO MEDITEN,GRACIAS¡