Evangelio Lucas 12, 35 – 38 «Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela»
Dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos».
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Estar preparados
Jesús nos habla muchas veces en el Evangelio sobre lo necesario que es que centremos nuestra vida en lo que de verdad importa. Y nos invita continuamente a que no nos dejemos enredar por las muchas distracciones que nos rodean que, sin ser necesariamente malas, lo cierto es que nos acaban robando el tiempo, nos acaban robando el corazón y nos acaban distrayendo mucho – casi sin que nos demos cuenta – de lo que debería ser lo esencial
¿De qué se nos pedirá cuentas?
Posiblemente a muchos de nosotros la muerte nos impone mucho respeto. Por miedo a lo desconocido, por un lado, pero también – por qué no decirlo – por miedo a que ese balance que sabemos que se hará al final de nuestra vida, no nos salga demasiado favorable.
Ese balance, esa especie de examen que tendremos que pasar, tendrá una única pregunta. Y la pregunta la sabemos ya: ¿cómo te portaste con los demás? (¿tuviste corazón para ellos?, ¿te preocupaste por ellos?, ¿te ocupaste de sus cosas? …). Uff!!
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