Evangelio apc Tormenta

En nuestra sociedad se encuentra muy extendida la idea de que una persona buena es aquella que se desvive por todos, es capaz de disculpar hasta el infinito a los demás y nunca se enfada.

La primera parte de la idea de «persona buena» – aquella que se desvive por todos – es correcta y forma parte de la esencia del mensaje de Jesús, que no se cansó de enseñarnos una y otra vez a lo largo de su vida pública que el amor, en lo que debemos traducirlo en nuestra vida cotidiana, es en el servicio a los demás.

Sin embargo el resto de la idea de «persona buena» – aquella que es capaz de disculpar hasta el infinito a los demás y nunca se enfada – es errónea. 

Porque una cosa es tener una tendencia clara a disculpar a quien en un momento dado se comporta mal o mete la pata y otra muy distinta es permitir las injusticias que se puedan derivar de esas malas actuaciones, sean las que sean: abusos de poder, críticas malintencionadas, comportamientos para escandalizar, comentarios para envenenar, triunfos a costa de pisotear al más débil, … la lista podría ser larga.

Frente a la vivencia de estas situaciones no nos queda más remedio que actuar. Porque si hacemos como si no hubiéramos visto nada seremos unos cobardes muy poco dignos de ser llamados cristianos. Cristiano es el que ama, y mirar para otro lado frente a las injusticias no es amar, sino buscar lo que a nosotros más nos conviene, que es no salir mal parados. A esas personas, cobardes, avisa Jesús con mucha claridad que no les espera un buen porvenir: «El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará” (Evangelio Lucas 9, 24).

En el Evangelio han quedado recogidas muchas ocasiones en las que Jesús se enfrentó incluso públicamente con los escribas y fariseos, por lo mal que guiaban espiritualmente a las personas que querían llegar a Dios. Y lo hizo a sabiendas de que eran muy poderosos y de que le perseguirían para acabar con él:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros , ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros , escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para hacer un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis hijo del infierno, doblemente peor que vosotros!» (Evangelio Mateo 23, 13 – 15).

Y en una ocasión, la indignación de Jesús fue tan grande que llegó a sacar a latigazos del templo a quienes lo habían convertido en un mercado en el que ganar dinero. Robando de esa manera al Padre la casa en la que estar con sus hijos, y a los hijos la casa en la que estar con el Padre:

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». (Evangelio Juan 2, 13 – 17).

La bondad tiene una tendencia clara a pensar bien y a disculpar tropiezos y meteduras de pata. Sin lugar a dudas. Pero no ha de ser de ninguna manera ni tonta ni blanda: la defensa de lo que es justo y el bien del otro nos exigirán en ocasiones ser molestos y dar guerra: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo» (Evangelio Juan 14, 27).

La imagen es de Nordseher en pixabay

3 comentarios

  1. Marta cuando leo lo que escribes cada semana me llena de alegría. Que suerte tenemos!! Gracias Ayucar por enseñarnos la Caridad. Por ella conocemos cada día un poquito más a Dios Padre, a Jesus, al Espíritu Santo y a Maria.

  2. Enérgica y a la vez dulce, como el Maestro. Has dado con el punto medio, y en el clavo!! Una vez más. Gracias, Marta de Dios y nuestra

  3. La respuesta de Jesús en el evangelio de san Juan me parece próxima a la ira. Nunca me ha gustado. Prefiero más una respuesta como la que describe san Lucas en su evangelio, 19, 45/46

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