Hasta hace tan solo unos años, era habitual usar pañuelos de tela que había que lavar en las casas, se zurcían los calcetines a los que se les hacían agujeros o se les daba la vuelta a los cuellos de las camisas cuando se estropeaban por el uso. Hoy todos usamos kleenex que tiramos después de un único uso, de la misma manera que nos deshacemos de la ropa que está estropeada y compramos ropa nueva. Lo mismo pasa con los teléfonos móviles, las lavadoras o las televisiones, que nos vemos obligados a renovar periódicamente porque nos los venden programados para estropearse en un tiempo determinado y resulta más ventajoso tirarlos y comprarse otros nuevos, que arreglarlos. Afortunadamente, estamos tomando conciencia de la importancia que tiene cuidar del planeta y aprovechar sus recursos y vamos entrando, aunque despacito, en la cultura de la sostenibilidad y la economía circular.

Esa cultura de usar y tirar en los productos de consumo, llevada ámbito de las personas, se acerca mucho a lo que el papa Francisco llama la cultura del descarte: una cultura que nos lleva a prescindir o a dejar abandonadas en la cuneta a aquellas personas que, por una u otra razón, entendemos que no nos sirven.

Y así, en nuestro país, hemos aprobado ya una ley que facilita la eutanasia, que nos permite eliminar a aquellas personas mayores que están enfermas y nos parece que tienen un futuro poco prometedor. Podíamos haber apostado por reforzar nuestra sanidad para poder ofrecer mejores cuidados paliativos o podíamos haber apostado por tomar medidas para apoyar a las familias para que puedan mantener sus trabajos y salir adelante, cuidando a la vez de sus mayores en sus casas. Pero no: hemos preferido apostar por la eutanasia para tener así la cobertura legal que necesitamos para quitarnos de en medio a los mayores de un plumazo, de la misma manera que nos deshacemos de la lavadora cuando ya no funciona bien y optamos por no arreglarla.

El mismo drama lo tenemos con los bebés no nacidos. En lugar de apostar por ayudar a las mujeres o a las familias para que puedan tener y criar a sus hijos, o al menos apoyarlas para que lleven a término el embarazo y puedan dar a su bebé en adopción, hemos optado por facilitar el aborto. Así, si a los padres no les resulta conveniente tener el bebé porque no tienen una situación profesonal, económica o emocional adecuada, o porque viene con una discapacidad o algún otro problema, tienen la opción de acudir a una clínica para matarlo antes de que venga a este mundo. Porque los bebés no nacidos, en nuestra sociedad no tienen ni siquiera el derecho más básico, que es el derecho a la vida. Así de terrible.

También preferimos mirar para otro lado frente a la pobreza o la inmigración. Mientras nosotros tengamos trabajo y estemos bien, los demás que se arreglen como puedan. Los exluímos de nuestra sociedad, de nuestra vida y de nuestro pensamiento sin más y los dejamos abandonados a su suerte, como se abandona un mueble ya viejo en un trastero.

Los cristianos, y quienes aspiramos a serlo, no podemos de ninguna manera entrar en esta cultura del descarte, tan contrario al mensaje que nos dejó Jesús con sus palabras y con sus obras:

Él acogió de manera muy preferente a aquellas personas que se fueron cruzando en su camino y que de una u otra manera habían quedado al margen de la sociedad: porque eran pecadoras, porque tenían alguna discapacidad, porque eran leprosas o tenían alguna otra enfermedad, porque estaban endemoniadas, porque… A todas las acogió, les sanó el cuerpo y también el alma y les dio la oportunidad de reinsertarse en la sociedad. Porque «quienes necesitaban de médico eran los que estaban enfermos, no los que estaban sanos».

Frente a la cultura del descarte que se ha impuesto en nuestro mundo, la cultura de los cristianos ha de ser la cultura de la acogida, la cultura del cariño y la cultura del cuidado.

Para terminar, dejo aquí enlazada la interesantísima entrevista que ha hecho recientemente Carlos Herrera al papa Francisco, en la que entre otras muchas cosas se trata este tema (minuto 45 – minuto 50).

La imagen de la cabedera es de MabelAmber en pixabay

1 comentario

  1. Muy acertada la reflexión, Marta.
    Y gracias por el enlace de la entrevista. No tuve oportunidad de escucharla pero lo haré ahora.
    ¡¡¡ Feliz curso !!!! Un abrazo

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