Evangelio Mateo 17, 14 – 20 «Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento se curó el niño»
Se acercó a Jesús un hombre que, de rodillas, le dijo: «Señor, ten compasión de mi hijo que es lunático y sufre mucho: muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo». Jesús tomó la palabra y dijo: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros, hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo». Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?». Les contestó: «Por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible».
La imagen es de StockSnap en pixabay
Reflexiones relacionadas
El mal existe y hay quienes se sienten cómodos con él, lo promueven y lo impulsan. Y es importante que lo sepamos, aunque, por supuesto, sin dejarnos agobiar, ni asustar, ni achantar, ni amedrentar. Dándole, simplemente, su justo peso. Ni más. Ni menos. Sabedores de que Jesús venció al mal en cada ocasión en que lo enfrentó. Y sabedores, también, de que nunca seremos tentados más allá de lo que podamos soportar: “Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas” (1 Corintios, 10, 13)
Dios Padre nos conoce bien, nos quiere y sabe lo que necesitamos. Pero habitualmente requiere que acudamos a Él con fe y esperanza para intervenir activamente en nuestras vidas. Y mientras mayor sea esa confianza, más estaremos facilitando su intervención. Tanto en los momentos importantes de nuestra vida como en las pequeñas cosas del día a día
Deja una respuesta