Son comunes entre muchos de nosotros las inseguridades y el miedo: miedo a no acertar con las decisiones que vamos tomando a lo largo de la vida, miedo al fracaso, miedo a abrir nuestro corazón, miedo a que nos lo rompan, miedo a no dar la talla con quienes queremos, miedo a no dar la talla profesionalmente, miedo a que sufran nuestros hijos, miedo a la muerte, miedo al dolor …
Jesús nos invita a que vivamos sin miedo, a que nos sintamos seguros y a que vivamos, sobre todo, con mucha Fe:
«Nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que oís al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones». (Evangelio Mateo 10, 26 -31).
«No tengáis miedo»: Toda una invitación para quienes le escuchaban entonces y para nosotros hoy. El miedo nos impide crecer, nos empequeñece, nos impide que saquemos todo nuestro potencial, nos hace querer evitar riesgos a costa de cualquier cosa y nos impide ser capaces de aprovechar todas las oportunidades que la vida nos pone por delante. ¿En qué clase de personas nos convertimos si vivimos con miedo? y ¿en qué clase de cristianos? Para ser cristiano hoy – y así ha sido siempre – hace falta valentía para ir contra corriente, hace falta despreocuparse de uno mismo para poder defender las injusticias y hace falta tener muchas ganas de cambiar el mundo: debemos sacar el máximo partido a todos los talentos que Dios nos ha regalado – cada uno los que tenga y que en unos casos serán cinco, en otros dos y otros uno – y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. ¿Qué vamos a conseguir si, asustadicos, nos quedamos en un rincón?
La invitación de Jesús a que vivamos sin miedo no es una invitación a la imprudencia, ni a que vivamos «saltando de charco en charco», claro que no. Es una invitación a que vivamos nuestra vida desde la Fe. Con esa Fe práctica que debemos poner cuando nos enfrentamos a situaciones que nos superan y también en las pequeñas grandes cosas del día a día. Porque la Fe – cuando es verdadera – nos hace sentir que vamos por la vida respaldados por el mismísimo Dios Padre, que nos quiere más que a nada y que todo lo puede. ¿Qué más necesitamos para ir sin miedo?.
A veces las cosas nos saldrán mal. Al menos aparentemente mal. Pero no debemos por ello ni volvernos inseguros ni sentirnos abandonados: todo tiene siempre un porqué y un para qué, que aunque Dios conoce, nosotros muchas veces ni atisbamos, acostumbrados como estamos a poner la mirada en el corto plazo.
Otras veces nos asaltarán las dudas: dudas acerca de Dios, dudas acerca de nuestras creencias, dudas acerca de nosotros mismos, de nuestras fortalezas, de nuestras capacidades … no debe importarnos convivir con ellas porque cuando se superan contribuyen, y mucho, a nuestro fortalecimiento y crecimiento espiritual. Tampoco hay que bajar nunca la guardia, porque aunque una vez superadas desaparecen … lo hacen tan solo hasta el próximo embite.
Tenemos razones para vivir con una paz inmensa, sabedores de que hasta los cabellos de nuestra cabeza están todos contados.
La imagen es de tom_bullock flickr
Amén