Habitualmente las personas ponemos nuestra confianza en nuestro esfuerzo, en nuestro talento y en nuestros recursos para ir saliendo adelante en la vida. Y, unas veces más airosamente y otras veces con más dificultad, lo cierto es que lo vamos consiguiendo. Pero viviríamos mucho más tranquilos y con menos agobios si, aún haciendo siempre todo lo que está en nuestra mano para salir adelante, viviésemos con fe y con la confianza puesta en el Padre. Tanto para las cosas grandes como para las pequeñas cosas del día a día.
Se puede vivir sin fe, cómo no. Pero ciertamente es un pilar en la vida que deberíamos luchar por tener, cuidar y fortalecer. Es un don que nos da una enorme fortaleza.
En el Evangelio hay un pasaje en el que Jesús hace un milagro para fortalecer la fe de sus apóstoles:
Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él en pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido (Evangelio Lucas 5, 1 – 9).
El episodio tiene lugar al comienzo de la vida pública de Jesús. Los apóstoles apenas habían convivido con él, estaban empezando a recibir su mensaje y tenían todavía poca fe. Jesús les pide que pongan su confianza en él, ellos la ponen y él a cambio les regala una pesca milagrosa, ante la que toman conciencia de lo sobrenatural y quedan sobrecogidos.
La fe es un don que nosotros también podemos ir cuidando y fortaleciendo. Al igual que en esta ocasión hicieron los apóstoles, nosotros también podemos ir poniendo cada vez más y más confianza en el Padre. Constataremos que nunca nos defrauda. Podremos llegar a tener una esperanza ciega en Él, un esperar contra toda esperanza, un sabernos siempre en las Mejores Manos y una certeza de que las cosas no ocurren jamás porque sí y que todo tiene su porqué y su para qué. Porqués y para qués que, bien es verdad, en ocasiones vemos con claridad y en otras ocasiones no vemos hasta que no pasan los años. Y en algunas ocasiones nunca llegamos a ver en esta vida.
Quienes viven con fe viven tranquilos y sin angustias. Se ocupan por supuesto de sus cosas y de las cosas de los demás – sobre todo de las de los demás – pero con la confianza puesta no en sus fuerzas, ni en su talento ni en sus recursos sino en el Padre. Sabedores de que allí donde ellos no lleguen, llegará Él.
San Pedro en esta ocasión se vio sobrepasado con el milagro, que le hizo tomar conciencia de su pequeñez y se tiró a los pies de Jesús sintiéndose un pecador. Quienes llegan a tener una fe muy grande – como más adelante llegó a tener San Pedro – adquieren una finura de espíritu tal, que intuyen las constantes intervenciones del Cielo en la tierra y en la vida diaria y disfrutan conviviendo con ellas con total naturalidad.
La imagen es de dimasik en cathopic
Que necesaria es la fe!! Es el amor adueñandose de uno, miras sonríes y descansas en Sus brazos. Gracias Marta
La Fe tiene varios efectos secundarios muy buenos. Entre ellos se pueden citar los siguientes:
– Efecto balsámico, por cuanto nos asegura felicidad sin límites, el reencuentro con seres queridos y una reparación de las injusticias de este mundo.
– Efecto escudo, ya que cualquier razonamiento externo que trate de sembrar dudas en nuestras creencias, queda invalidado en cuanto nosotros decimos que «eso es cuestión de Fe».
– Efecto de interlocución, pues nos ofrece la posibilidad de dirigirnos a Dios para pedirle lo que queramos y agradecerle lo que tenemos.
La Fe es un don que Dios da a los que se lo pidan con un corazón limpio y sincero.