Evangelio apc Corazones tendidos

Jesús durante su vida pública invitó a aquellos que quiso escoger como discípulos a que le siguieran. Algunos, en su libertad, decidieron apostar por él y otros, por el contrario, no aceptaron la invitación. Igual que nosotros podemos a día de hoy escoger seguirle o no hacerlo cuando somos llamados a sus filas.   

Este es el pasaje del Evangelio en el que llama a sus primeros discípulos:

Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes al mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él. (Evangelio Marcos 1, 16 – 20).

En este caso los llamados son pescadores que ya le conocen de antes, de cuando Juan Bautista. En cuanto oyen la llamada de Jesús dejan todo y le siguen. Le acompañarán, de hecho, hasta el final.

Nosotros somos también llamados a seguir a Jesús. En nuestro días no podemos seguirlo físicamente, como en esta ocasión hicieron Simón, Andrés, Santiago y Juan pero sí que tenemos a nuestro alcance lo más importante, que es comportarnos con el estilo de vida que él nos propuso. Sin más. Y sin menos.

Algunos serán llamados a una vida consagrada, cómo no. Pero la mayoría de nosotros a lo que seremos llamados es a vivir nuestra vida cotidiana desde el amor, cada uno desde el lugar en el que viva, desde el ambiente en el que se mueva y con la forma de ganarse la vida que tenga: el profesor desde la enseñanza, el médico desde la medicina o el comerciante desde su comercio. No se trata de hacer nada extraordinario sino de vivir la vida ordinaria desde el corazón. El que lo consiga, además, estará dando testimonio con su vida, pudiendo incluso ser luz para otras personas, lo que es otra forma de extender las redes y el Evangelio.

Las formas en las que Dios nos llama son muy variadas:

En algunos casos somos educados desde niños en la Fe y cuando llegamos a la vida adulta elegimos continuar viviendo en ella. En otros casos llegamos a Dios a través de alguna persona a la que admiramos. En otras ocasiones llegamos al Padre a través de un golpe fuerte en la vida … Dios se vale de muchos medios para llegar a nosotros. A veces, sin embargo, se trata de algo que sentimos: una especie de fuerte «tirón» que nos nace de dentro y que nos hace querer ser mejores, nos hace querer dedicar la vida a lo que de verdad merece la pena y nos hace querer luchar para dejar un mundo mejor del que nosotros nos encontramos. Ese «tirón» no es otra cosa que el Espíritu tocándonos el corazón.

Como quiera que sea que Dios nos haya llamado a cada uno de nosotros, lo importante es que le digamos que sí. Y que luego seamos capaces de vivir con coherencia y mantener nuestra respuesta a lo largo de los años. Si fallamos y con nuestros pensamientos y nuestros actos lo que demostramos es que nuestro sí ha pasado a ser un no, nos encontraremos con que Dios saldrá «de repesca» y nos invitará de nuevo a sus filas. Y en nuestra libertad, podremos nuevamente decirle que sí o decirle que no, sabiendo que un sí verdadero, desde el corazón, nos obligará a ser valientes, a no acomodarnos, a no ser indiferentes a los demás y a anteponer sus necesidades a las nuestras: «El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará (Evangelio Lucas 9, 24).

La imagen es de congerdesign  en pixabay

2 comentarios

  1. También es importante la llamada de la conciencia, en la que el vocante y el interpelado son la misma persona. Normalmente la conciencia funciona invitándonos a salir de situaciones mediocres y grises hacia otras más dignas y nobles.

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