En ocasiones a los creyentes nos asaltan dudas. Dudas que en unos casos tenemos cómo resolver y dudas que en otros casos tenemos que superar solos tras una lucha interior, dando como resultado un crecimiento en la Fe.
Debemos aprender a convivir con ellas como algo natural, como etapas que son de una vida espiritual en la que el crecimiento no es uniforme, no es lineal. Sin sentirnos mal cuando las tenemos ahí con nosotros.
Hay un caso en el Evangelio en el que se trata este tema en la figura de San Juan Bautista:
San Juan dedicó su vida a preparar el camino a Jesús. Sabía que para eso había venido al mundo y a eso se dedicó. Allanó el camino que después recorrería Jesús, empezando a predicar la caridad «quien tenga dos túnicas que de una a quien no tiene ninguna y quien tenga alimentos haga lo mismo» (Evangelio Lucas 3, 11), vivió en el desierto y bautizó a todos aquellos que, arrepentidos de sus pecados, querían comenzar una vida nueva y volver a Dios. Bautizó incluso al mismo a Jesús, a quien supo reconocer como alguien «más fuerte que él, a quien él no merecía desatar las correas de sus sandalias» (Evangelio Lucas 3, 16), ese Jesús que después bautizaría en Espíritu Santo y fuego. Y supo también dar un paso atrás cuando Jesús comenzó su vida pública, invitando a sus discípulos a que dejaran de seguirle a él para seguir al Maestro.
El Bautista fue después encarcelado por Herodes. Y cuando estuvo preso, a pesar de todo lo que había vivido, le asaltaron dudas sobre si Jesús sería el que tenía que venir. Y tanto fue así, que mandó a a dos de sus discípulos a preguntárselo personalmente:
Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió al Señor, diciendo: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Los hombres se presentaron ante él y le dijeron «Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». En aquella hora curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus y a muchos ciegos les otorgó la vista. Y respondiendo, les dijo: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan , los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!» (Evangelio Lucas 7, 18-23).
Parece imposible que a alguien como San Juan, que tan claros había tenido los pasos que debía ir dando en su vida, le asaltase al final una duda tan esencial como esa. Duda que, con seguridad, le haría pensar que toda su vida podía haber sido un fracaso, puesto que a preparar el camino a Jesús era a lo que se había dedicado.
Nosotros tampoco estamos libres de tenerlas. Y, de hecho, también las tenemos. En unas ocasiones encontramos la manera en la que resolverlas y en otras no.
El Bautista fue afortunado en este caso, puesto que encontró la manera en la que resolver esa inquietud que le estaba torturando. Jesús supo entender el porqué de la pregunta y mandó a Juan con sus discípulos una respuesta para consolarle el alma, mediante la que viese la continuidad de su mensaje con la predicación que había estado haciendo antes él, también centrada en el amor a los demás: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados».
Cuando nosotros no encontramos un canal para resolver nuestras dudas, la situación es bastante distinta y en ocasiones nos sentimos solos, desolados y agobiados. Pero en el momento en el que superamos esas vacilaciones, nos encontramos con que nuestra Fe ha crecido y se ha hecho más fuerte. Constatamos que la lucha interior ha sido para bien y nos sentimos más «niños» y a Dios más Padre.
No debemos sentirnos mal por dudar ni tener miedo a pasar esas temporadas «en el desierto», porque más se crece en unos meses «de desierto» que en años en los que todo en la vida nos sonríe. Son etapas necesarias para el crecimiento espiritual, ese que tanto nos facilita después el vivir en el amor desde la vida cotidiana.
La imagen es de ShaniceRodriguez en pixabay
Qué feliz Juan Bautista de lo nítidamente que le has comprendido!! Una vez más nos disipas las dudas señalándonos variadas formas de caridad.
Gracias, Marta! 🌈☝️