Evangelio apc Luces

En el mundo occidental y en particular en las grandes ciudades es fácil que vivamos inmersos en una vida bastante competitiva e individualista en la que no queda apenas tiempo ni para Dios ni para los demás. Y son muchas las personas que sienten «como que les falta algo» a lo que ni siquiera saben ponerle nombre. Ese «algo» que les falta es dotar de sentido a la vida. Tratan de llenar ese vacío refugiándose hoy en unas cosas y mañana en otras y siguen perdidas, porque buscan donde no está lo que necesitan.

Ese «algo» se llena, y del todo, con la verdad que nos trae Jesús: viviendo para los demás desde nuestro quehacer diario y con la esperanza puesta en el Padre. Es un estilo de vida que realmente transforma a quien así vive y que proporciona, además, una felicidad honda y duradera, como nunca la darán ni el dinero, ni el poder, ni ninguna otra cosa.   

Jesús nos pide a quienes conocemos esa verdad y tratamos de hacerla – con más o menos éxito – nuestro estilo de vida, que no nos la quedemos para nosotros; que la transmitamos, que la extendamos, que demos esa luz a otros, de la misma manera que anteriormente otras personas nos dieron luz a nosotros. No nos está invitando Jesús con ello a una vida consagrada – lo que por supuesto se dará en algunos casos – sino a que compartamos esa verdad en los entornos en los que ya estamos, con las personas con las que nos vamos relacionando a lo largo de nuestra vida.

Ese es el sentido que tiene el siguiente pasaje del Evangelio:

«Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los Cielos» (Evangelio Mateo 5 – 14, 16).

En el núcleo familiar habitualmente nos resultará fácil hablar de Dios y de «sus cosas»; y será especialmente necesario hacerlo cuando en la familia haya niños por educar en la Fe.

Sin embargo, hablar de Dios y de «sus cosas» fuera de ese núcleo íntimo es complicado, al menos para mí. Porque rara vez contamos con el entorno y el clima adecuado; en el ámbito laboral no procede y entre amigos y conocidos, tampoco es fácil contar con el momento y la disposición necesarios. En cualquier caso creo que no valen reglas: tendremos que valorar caso a caso, sobre la marcha, cuándo conviene o no dar el paso. Y por supuesto, estar muy receptivos cuando es otro quien lo da y nos abre su corazón.

Pero, eso sí, hay algo que está siempre al alcance de todos los que conocemos esa verdad y es dar testimonio, no con nuestras palabras, sino con nuestro estilo de vida: siendo personas serviciales, bien dispuestas, confiables, que jamás cuentan un secreto de otro, que no critican, que no envidian, que son fieles, que se desviven con todos y que habitualmente están alegres.

Esta idea la recoge muy bien una frase preciosísima de San Francisco de Asís, que escribo aquí para cerrar este post:

«Predica el Evangelio en todo momento y, cuando sea necesario, utiliza las palabras«

La imagen es de congerdesign  en pixabay

2 comentarios

  1. A pesar de la claridad del mandato evangélico es muy frecuente que hoy los creyentes rehuyan hablar de religión con los no creyentes. Queda pues la baza del testimonio, aunque, a veces, por aquello de que no sepa ninguna de tus manos lo que hace la otra, esta baza es difícil de utilizar con toda su fuerza.

  2. Quien sabe que TODO ES GRACIA, no cae en la vanidad y mostrará sus buenas obras al mundo con la HUMILDAD de quien sabe que su bondad proviene De Dios, como el brillo de la luna que proviene del sol.
    Dará en todo momento gloria a Dios y nunca se otorgará el mérito a sí mismo.
    Sin embargo, quien no tiene claro que TODO ES GRACIA vivirá en el fango de la soberbia y cada vez que haga algo bueno, ni se le pasará por la cabeza darle gracias a Dios (el verdadero artífice!).
    Lamentablemente, conozco a muchos cristianos de esta clase… 🙁

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