«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más»

Evangelio del día 3 de abril de 2022 – Juan 8, 1 – 11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: – «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

La imagen es de pexels en pixabay

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Querer al otro tal y como es

A quienes no estamos demasiado avanzados en el camino del amor, más allá de nuestras familias y nuestros amigos más íntimos, nos resulta fácil querer a quienes se portan bien con nosotros, o a aquellas personas hacia las que sentimos afinidad. Fuera de esos límites nos cuesta ser generosos. E incluso dentro de esos límites también nos cuesta serlo, siendo un defecto tremendamente común entre nosotros el querer cambiar a los demás, para que se vayan amoldando o adaptando a lo que a nosotros nos gustaría que fueran. Nos cuesta aceptarlos como son y quererlos sin más. 

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