Es común entre nosotros no dar demasiada importancia a las pequeñas faltas que cometemos. Bien porque son pequeñas o bien porque están socialmente aceptadas. Pero lo cierto es que esas pequeñas faltas dan igualmente testimonio de nuestros valores, de lo que somos y de eso que llevamos en el corazón y que guía nuestras acciones.
En una ocasión, Hablando Jesús con los suyos sobre un administrador que no era fiel a su amo, termina diciéndoles lo siguiente:
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Evangelio Lucas 16, 10 -12
Muchos de nosotros somos muy duros cuando juzgamos a los demás. Muy especialmente si se trata de personas que tienen visibilidad y sus acciones están expuestas a la opinión pública. Y los descalificamos con facilidad, especialmente cuando nos parece que su comportamiento no es ejemplar.
Porque creemos -nos creemos, de verdad- que si nosotros estuviésemos en su lugar haríamos las cosas mejor. Mucho mejor. Y haríamos una gestión más honesta. Y nunca mentiríamos. Y mantendríamos la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Y, por supuesto, jamás haríamos un mal uso del dinero que no es nuestro.
¿Pero qué es en realidad lo que hacemos en nuestra vida? ¿Qué hacemos con el poco o mucho poder que tenemos?, ¿Qué hacemos con el poco o mucho dinero que manejamos? ¿de verdad somos tan coherentes con los valores que decimos tener y la fe que decimos profesar?
¿No decimos nunca una cosa y hacemos otra? ¿No pagamos sin IVA al fontanero o al albañil que viene a hacernos un trabajo a nuestra casa? ¿No hacemos críticas destructivas a espaldas de quien no está presente? ¿No pirateamos libros? ¿No….?.
Claro que lo hacemos. Y lo peor es que, cuando lo hacemos, ni siquiera sentimos que estemos teniendo un comportamiento poco ejemplar. No nos avergüenza ni hacerlo, ni contarlo. Porque «lo hace todo el mundo». Porque son prácticas que están socialmente aceptadas. Pero son prácticas que están objetivamente mal.
En mi opinión es importante que quienes nos decimos cristianos –o aspiramos a serlo– tengamos criterio; criterio para tener meridianamente claro qué está bien y qué está mal. Y que siempre nos planteemos si las cosas son correctas o no, sin dejarnos llevar. Porque por el mero hecho de que una práctica esté socialmente aceptada no significa que esté bien. Y si algo no está bien y lo sabemos, no debemos hacerlo; debemos optar, más bien, por ser valientes y saber ir contra corriente, aunque nos cueste más de un disgusto.
Y si no somos ejemplares en lo poco, ¿de verdad nos creemos que sí que lo seríamos en lo mucho? Yo me inclino a creer que no.
Todo lo que hacemos importa. Todo. Por pequeño o sin importancia que pueda parecer. Porque todas nuestras acciones dan testimonio de lo que somos.
Si somos fieles, también en lo pequeño, Dios nos confiará también lo grande. Como explica Jesús en la parábola de los talentos:
“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”
Evangelio Mateo 25, 21
Desde el Cielo siempre dan a manos llenas
«Dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros«
EVANGELIO LUCAS 6, 38
Deja una respuesta