Evangelio apc Regalo

Todas las costumbres, normas o leyes que creamos los hombres son precisamente eso: costumbres, normas o leyes inventadas por hombres. Éstas, en algunos casos están alineadas con el mensaje que nos trajo Jesús y en otros casos no lo están. En ocasiones – las menos – que lo estén o no dependerá de nosotros, de la disposición de nuestro corazón, de nuestra actitud.

Cuando están alineadas, decidir es fácil. Pero ¿qué pasa cuando no lo están?. En estos casos tenemos que «retratarnos» y escoger con quién queremos quedar bien: ¿queremos quedar bien a los ojos de los hombres o queremos quedar bien a los ojos de Dios? 

Jesús siempre hizo lo que consideró que era lo correcto, sin preocuparse de quedar bien a los ojos de los hombres. Ni siquiera a los ojos de los fariseos, pese a saber lo poderosos que eran y a tener claro que con ello se estaba ganando su enemistad:

Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén y le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?». Él les respondió: «¿Por qué quebrantáis vosotros el mandato de Dios en nombre de vuestra tradición? Pues Dios dijo: “Honra al padre y a la madre” y “El que maldiga al padre o a la madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno dice al padre o a la madre: ‘Los bienes con que podría ayudarte son ofrenda sagrada’, ya no tiene que honrar a su padre o a su madre”. Y así invalidáis el mandato de Dios en nombre de vuestra tradición. Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, diciendo: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”». (Evangelio Mateo 15, 1 – 9)

Los cristianos no tenemos las tradiciones que tenían entonces los judíos pero tenemos otras muchas que, siendo unas tradiciones maravillosas, no garantizan en absoluto el que nuestro corazón esté cerca de Dios. Y un caso claro de ello, que acabamos de vivir recientemente, lo tenemos en la Navidad:

La Navidad es una fecha especial. Muy especial. En ella celebramos el aniversario del nacimiento de Jesús hecho hombre: un acontecimiento único en la historia de la humanidad, en el que el mismísimo Dios decide nacer tan hombre y tan vulnerable como cualquiera de nosotros, por amor a nosotros. Es un momento óptimo para reflexionar en torno a la grandeza de este hecho, que cambió el curso de la historia, y un momento óptimo también para recordar que tenemos razones para sentirnos muy queridos desde el Cielo y muy agradecidos por tanto como hemos recibido.

Cómo tenemos la costumbre de celebrar un aniversario tan especial es algo que ha ido evolucionando con el paso de los años. A día de hoy mantenemos la tradición de poner un Belén en nuestras casas, mantenemos la tradición de ir a la misa del Gallo, mantenemos la tradición de reunirnos con la familia y mantenemos la tradición de regalarnos algún detalle en recuerdo de los regalos con los que un día los Reyes obsequiaron a Jesús.

Pero que sigamos esas tradiciones no significa que seamos «de los de Jesús». Ni mucho menos. Porque Jesús no considera «de los suyos» a aquellos que ponen un Belén en casa, a aquellos que van a la misa del Gallo – o que incluso van regularmente a misa – a aquellos que se reunen con la familia o a aquellos que hacen regalos en el día de Reyes. Jesús considera «de los suyos» a los que se ocupan de los demás “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Evangelio Juan 13, 35). Si éstos, además, mantienen las tradiciones de la Navidad y otras tradiciones preciosísimas que tenemos en la cultura cristiana, será maravilloso. Pero lo cierto es que lo único esencial es el amor.

Cuando mantenemos las tradiciones cristianas pero no amamos a quienes nos rodean, vivimos una aparente religiosidad, pero realmente somos de esos de los que Jesús dice que «le dan un culto vacío«: estaremos quedando bien a los ojos de los hombres, podremos incluso engañarnos a nosotros mismos, pero lo que es seguro es que no estaremos quedando bien a los ojos de Dios.

La imagen es de congerdesign en pixabay

1 comentario

  1. Obviamente.
    Pero, para mí la misa del Gallo no es una simple tradición. Para mí es uno de los momentos q más espero del año, junto con la vigilia Pascual. Es una noche tan mágica… la misa la hace especial.
    No sé si para otros será una simple tradición, lo que sé es q para mí, es una de las misas q más feliz me hacen y q más disfruto. Celebrar el nacimiento de Dios… q magnífico!

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