Uno de los pasajes más bonitos y más conocidos del Evangelio es el pasaje en el que el ángel Gabriel se aparece a María para invitarla a concebir en su vientre a Jesús. María, a pesar de sentirse turbada al escuchar sus palabras y a pesar de recibir como toda explicación que había encontrado gracia ante Dios y que iba a concebir gracias a la intervención del Espíritu Santo, cree en las palabras del ángel y da su «sí, quiero» tanto ángel Gabriel como al Padre.
Con esa respuesta suya demuestra en primer lugar tener una gran Fe, puesto que daba ese «sí, quiero» sin llegar posiblemente ni a atisbar la magnitud de lo que iba a suponer dar a luz, cuidar y acompañar en la vida al hijo de Dios hecho hombre.
Con su respuesta demostraba también ser mujer de una grandísima caridad, puesto que antepuso la invitación de Dios al cuidado de sí misma, que iba a quedarse en una situación bastante difícil de explicar con un embarazo anterior a su matrimonio con José.
Y enorme caridad demuestra también con su reacción frente a las últimas palabras del ángel, quizás menos conocidas:
«También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». (Evangelio Lucas 1, 36 – 37).
¿Qué hace María tras su «sí, quiero» al ángel? ¿se dedica a pensar cómo enfrentar la situación o cómo explicarla?, ¿se dedica a cuidar de ella misma y de su embarazo?, ¿se dedica a autocomplacerse por haber sido la mujer escogida para tan importantísima misión?, ¡qué va!.. Tan pronto conoce por el ángel Gabriel que Isabel, ya mayor, está en estado, no se lo piensa dos veces y se pone, de prisa, en camino hacia Judá para atenderla en los últimos meses de su embarazo: En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. (Evangelio Lucas 1, 39 – 40). Y se queda con ella hasta el nacimiento de su hijo Juan.
Eso es servicio. Eso es anteponer las necesidades del otro a las propias. Eso es generosidad en estado puro. ¡Chapó!
A lo que nosotros estamos acostumbrados, lo que solemos vivir cada día, es precisamente lo contrario: cuando más importantes son las personas a los ojos del mundo, cuando tienen puestos de más responsabilidad, cuando más poder tienen o cuando tienen más riqueza, con más séquito cuentan a su alrededor, dispuesto a atenderles hasta en sus más pequeñas necesidades.
El estilo de vida que nos propone Jesús, y del que ya hacía gala María antes de que Jesús naciera, es, precisamente, el contrario: en el orden del Cielo el más grande es el que más ama y el que más ama es siempre el que más sirve. Por eso María fue – y es – tan grande a los ojos de Dios y aún más lo fue – y es – Jesús.
A nosotros no se nos pide nada extraordinario. Se nos pide, eso sí, que no nos lo pensemos tampoco dos veces cuando haya que echar una mano y que tengamos esa disposición al servicio siempre: en nuestra vida como trabajadores, en nuestra vida como ciudadanos, en nuestra vida como vecinos, en nuestra vida entre los amigos o en nuestra vida en familia. Ha de ser una disposición del corazón, una actitud, que vaya con nosotros, hagamos lo que hagamos, desde la sencillez de nuestra vida cotidiana.
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Que gusto me ha dado ver a MARIA ocupándose de Isabel! Escuchar lo que Dios quiere que hagamos y no obsecarnos con nuestras cosas.
Marta Gracias por tanto amor
Emocionante, precioso.