Evangelio apc María con Jesús

María jugó – y aún juega – un papel clave en la vida del cristianismo. Su sí al ángel Gabriel hizo posible que Dios pudiese nacer hecho hombre; tan bebé, tan débil y tan vulnerable como cualquiera de nosotros. Y gracias a su sí – y al sí que posteriormente también daría José – Jesús vivió y creció en el seno de una familia aquí en la tierra, como la mayoría de nosotros. 

El pasaje del Evangelio en el que María es invitada a ser la madre de Dios es de sobra conocido:

En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró. (Evangelio Lucas 1, 26 – 38).

Muy significativo me parece que el mismísimo Dios pidiese a María, a través del ángel Gabriel, su consentimiento para ser la madre de Jesús. Como el propio Jesús nos explicaría a todos 30 años después, ese Dios nuestro demostraba que, sobre todo, es Padre. Y que le gusta contar con nosotros, con nuestra Fe, para intervenir activamente en nuestras vidas.

María hizo gala de esa Fe: creyó en el plan de Dios que le contó ángel y creyó que ella – casi una niña – era la mujer escogida para alumbrar a Jesús, a quien concebiría gracias al Espíritu Santo. También creyó que su prima Isabel, ya mayor, había quedado en estado y enseguida se pondría en camino para atenderla.

La generosidad que demuestra tener María es total:

Estaba ya desposada con José y tenían planes comunes para su futuro inmediato. Sin embargo no duda en aceptar la propuesta, a sabiendas de que ya nada sería como José y ella lo habrían planeado.

Por otro lado, creo que es importante que tratemos de trasladarnos 21 siglos atrás. Porque a día de hoy, en buena parte del mundo, que una mujer quede embarazada fuera del matrimonio es algo bastante común. A veces se busca, otras veces no se busca y simplemente llega, pero no supone una deshonra ni para ella ni para su familia. Hace 21 siglos, en tiempos de María, era una falta tan grave que se castigaba con el apedreo. Y ella, a pesar de eso, aceptó.

Puso en peligro su propia vida sin siquiera preguntar al ángel como saldría de aquello. No se preocupó de sí misma: aceptó la propuesta confiando en que todo saldría bien.

María supo después ser coherente con este sí que dio al ángel Gabriel durante resto de su vida: dio a luz a Jesús, lo crió y supo ser su pilar en la vida manteniéndose siempre a su lado. Y una vez que Jesús murió se mantuvo cerca de los apóstoles, colaborando con ellos en la expansión de ese mensaje que tan bien conocía.

Impresionante Fe e impresionante generosidad.

Tanto María como José, los padres que escogió el Padre para Jesús, era personas de una grandísima fe y una grandísima caridad: eran el estilo de personas que Jesús nos propondría ser a todos, 30 años después, al comenzar su predicación.

La imagen es de hvanesajg en cathopic

2 comentarios

  1. Esta escena es de las más bonitas del evangelio, y todo su encanto se puede contemplar en «La Anunciación» de fray Angélico.

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