Evangelio apc Metros

Tremendamente consoladora resulta la promesa «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Evangelio Mateo 5, 7) que Jesús nos hace. Con ella nos invita a  ser compasivos con los sufrimientos y miserias ajenas.

Además de por lo consoladora, a mí, personalmente, esta promesa de Jesús me fascina por lo increíblemente justa que es.

Recojo esta misma idea en otro pasaje del Evangelio y  trato de explicarme:     

«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzgeis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros» (Evangelio Lucas 6, 36 – 38).

Jesús nos previene acerca de esos juicios precipitados y malintencionados, tan comunes en nuestro entorno. Juicios que se hacen y se dicen desde un corazón envidioso o egoísta o mal pensado o excesivamente riguroso. Juicios que no se le dicen al otro para ayudarle construir o a mejorar. Y que a menudo, incluso, se dicen a espaldas del enjuiciado y hacen daño a su reputación.

Juicios desde el amor y desde un corazón limpio son necesarios, y mucho, para distinguir, por ejemplo, quién nos quiere bien de quién no nos quiere. O distinguir quién pasa habitualmente por la vida buscando el bien del otro y quién pasa por ella buscando su propio interés. Es importante que sepamos a quién tenemos enfrente para poder actuar en consecuencia. Dios no quiere «blanditos» a los que todo el mundo toma el pelo («Sed astutos como serpientes y sencillos como palomas» (Mateo 10, 16)). Y buen modelo de esto tenemos en Jesús, que no se andaba precisamente por las ramas cuando hablaba con los fariseos y les echaba en cara lo mal que guiaban al pueblo y lo tremendamente injustos que eran con las cargas que les imponían. «Sepulcros blanqueados» llega incluso a llamarles en una ocasión.

Aquí en la tierra nos esforzamos por usar criterios que sean lo más objetivos posible para tratar de medir con el mismo rasero a todas las personas. Y por eso, por ejemplo, los profesores para corregir los exámenes tratan de objetivizar las valoraciones de las respuestas a sus preguntas y los jueces se apoyan en la legislación vigente para establecer su condenas. Para nosotros un criterio de medida justo es el que es igual para todos.

Sin embargo, cuando Dios nos valore las reglas serán otras. Nos medirá con la medida que nosotros hayamos medido a los demás a lo largo de nuestra vida: Dios será comprensivo con aquellos que fueron comprensivos, será generoso con aquellos que fueron generosos y será misericordioso con aquellos que fueron misericordiosos. Por el contrario será extremadamente riguroso con quienes fueron extremadamente rigurosos, no perdonará a quienes no perdonaron y no tendrá piedad con quienes no tuvieron piedad de sus hijos. Y ese criterio es el que es realmente justo; es algo que sería a todas luces imposible de implantar aquí en la tierra como sistema de medida, pero que sí que es posible para Dios.

La recompensa para los que hayan dado mucho será «una medida generosa, colmada, remecida y rebosante» … ¡casi ná!

La imagen es de arielrobin en pixabay

2 comentarios

  1. Esto me recuerda un verso de Rilke cambiando la palabra muerte por la palabra juicio:
    Señor, dale a cada uno su juicio propio
    el juicio que de su propia vida brota
    …..

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