Evangelio apc Nube de corazón

Jesús se representa a sí mismo en distintos pasajes del Evangelio como buen pastor que conoce, cuida y protege a las ovejas de su rebaño.

En esta ocasión un grupo de adversarios le rodea y trata de forzarle a decir abiertamente que era el Mesías para poder matarlo. En el marco de su respuesta pronuncia Jesús estas palabras:   

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno» (Evangelio Juan 10, 27-30)

¿A quiénes se refiere Jesús cuando habla de sus ovejas?

Las ovejas de Jesús son las personas que aman a los demás «En esto conocerán que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (Evangelio Juan 13,35). Esas son las personas que «escuchan su voz» y a las que Él «conoce» (reconoce como suyas). Y son esas mismas personas, como no podría ser de otra manera, las que alcanzarán la vida eterna, porque sabemos que al final de nuestros días se nos juzgará por el amor que hayamos repartido en vida.

Vemos aquí la figura de un Jesús pastor, protector y dispuesto a defender a sus ovejas hasta el final, como tuvo ocasión de demostrar después. Por si eso fuera poco, nos hace ver que sus ovejas son igualmente queridas y están igualmente protegidas por el Padre.

Me gusta pensar que si estas palabras de Jesús quedaron recogidas por San Juan en su Evangelio, fue porque además de ir dirigidas a quienes en aquel momento le escuchaban, estaban dirigidas también a quienes, 21 siglos más tarde, las íbamos a leer.

Y si iban dirigidas también a nosotros es porque nosotros, en nuestra libertad, podemos escoger, 21 siglos más tarde, sí, formar parte de ese mismo rebaño. La receta para pertenecer a él hoy sigue siendo la misma que la de entonces: basta con que tratemos de vivir la vida ordinaria con un corazón extraordinario.

Si decidimos vivir así, tanto como a las ovejas de entonces nos querrán a nosotros hoy Jesús y el Padre, y tanto como a ellas nos cuidarán y nos protegerán. Y eso, la verdad es que son palabras mayores, que creo que muchas veces no valoramos en su justa medida. Si fuésemos capaces de vivir teniendo presente que tenemos a Jesús y al Padre cuidándonos en las pequeñas y grandes cosas de nuestra vida lo cierto es que viviríamos, como ahora, haciendo siempre todo lo posible para que las cosas salgan adelante, pero lo haríamos sin agobios, tranquilos y con la confianza y la seguridad de que donde no lleguemos nosotros, llegará Dios.

La imagen es de stux en pixabay

3 comentarios

  1. ¿Y quienes son los q aman a los demás? Pues es que sin Dios, nada podemos!
    Primero tendremos q estar injertados en Cristo, haber resucitado con Él, pues Él es la vid y nosotros, simples sarmientos. Igual q un sarmiento no da fruto separado de la vid, nosotros tampoco podremos amarnos unos a otros separados de Cristo. Aparentemente, podrá parecer q nos amamos… pero no: serán simples obras muertas, buenismo o presunción.
    Para amar, lo primero es reconocer q nosotros no podemos por nuestras propias fuerzas. Será entonces, cuando, desde esta HUMILDAD, recurramos a la Fuente del amor, con la manos vacías. Entonces Dios nos llenará de su Gracia…. y entonces sí podremos dar frutos de amor verdadero y amarnos unos a otros.

  2. ¡¡¡Qué alegría y qué tranquilidad tan grande es saber que tenemos a Jesús y al Padre de nuestro lado!!! Gracias Marta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.